De color cereza, con ribete anaranjado tirando a marrón claro, y una capa delgadísima; en nariz se muestra como un vino muy delicado, nos vamos a los riojas de siempre, a Francia. Son sutiles notas las que podemos apreciar, y todas buenas: guindas, cedro, cacao y café, recuerdos de oloroso, y hojarasca con toques de fresa madura. Todo eso va saliendo poco a poco, a su tiempo. Es un vino para disfrutar de forma sosegada, para la charla entre amigos, por ejemplo.
Y en boca..; pues fantástico. Un vino de los que ya no hay. Volvemos a lo escrito más arriba, a los riojas clásicos. Delicadísimo, suave, ligero, con una entrada de dulzor discreto y atractivo, un paso sabroso, una acidez estupenda, que muestra el nervio que aún tiene este vino, y un recuerdo muy grato. Un vino ya redondeado por el tiempo, para disfrutar plenamente, solo o con acompañamiento sólido
Otro vino de largo recorrido que no ha pasado por barrica. Nos cuenta Pablo que al principio no tenían muchas esperanzas en él, pero que tras cuatro años en una camita de arena (para nivelar) dentro de la cava de barricas, el patito feo tornose cisne.
Otra pequeña joya de esta bodega. Un viaje hasta el siglo pasado. Y por menos de 10 euros.
¡Salud!