Desde Madrid nos llega el proyecto de una bodega joven (2005) pero que se ha situado en una posición de prestigio.
Es de capa muy alta y borde vivo tirando a fucsia.
En nariz, nada más descorcharlo, sorprende el impacto dulce con el que nos saluda. Lo agitamos y aparece la fruta negra acompotada. La madera es de calidad y se presenta discreta, con notas achocolatadas.
En boca es redondo, con buena acidez y un dulzor que invita a repetir. Sus taninos son aterciopelados y el postgusto, más que agradable.
Nos ha costado 20,40 €. Es una suma que se debe tener en cuenta, aunque también es cierto que se trata de un vino de producción muy corta y de gran calidad que asegura momentos muy placenteros. ¡Bravo por Licinia!
¡Salud!
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