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martes, 26 de marzo de 2024

VINOS TRADICIONALES DE MÁLAGA: BODEGA DIMOBE

Hubo un tiempo en que los vinos de Málaga tuvieron un trato fiscal preferente para que los zares de Rusia pudieran disfrutarlos. Antes, en época de los Reyes Católicos, ya se habían publicado ordenanzas para el vino malagueño. Mucho antes, en la Acinipo romana, la producción vinícola ya era importante. Hubo una época en la que esta provincia superaba las 100.000 hectáreas de viñedo...Hoy apenas se superan las 1.000 y cuesta asociar a la provincia con la producción de vinos. 

Por toda la geografía española hay tradiciones vinícolas que se han quedado reducidas a testimonios de un pasado más esplendoroso. Afortunadamente todavía quedan elaboradores que, conscientes de su valor, mantienen encendido el fuego ancestral. En Málaga contamos, por ejemplo, con DIMOBE. Estamos en la Axarquía, en el oriente malagueño, una comarca entre los Montes de Málaga y las poderosas sierras del Alhama, Tejeda y  Almijara. Paisaje abrupto que mira al Mediterráneo y al Maroma, la montaña más alta de la provincia, que supera los 2.000 metros de altitud a pocos kilómetros de la costa. Paisaje de pueblos blancos enriscados y de tierra negra de pizarra. 

Hoy el mango y el aguacate, junto al desarrollo urbanístico voraz, dominan el paisaje humano, antaño vinculado al olivo, el almendro y, cómo no, a la vid. Aquí nos encontramos con uno de los pocos paisajes agrícolas reconocidos por la FAO como patrimonio agrícola mundial, el de la uva pasa.

En realidad, la uva pasa fue más importante que el vino que, aunque se comercializaba y exportaba (dada su fama), era más bien cosa de consumo local, como tradicionalmente ha ocurrido en las sociedades agrarias preindustriales. Pero la pasa (como también por esta comarca, el higo seco) era asunto de venta y comercialización.

En cuanto a los vinos....No nos resulta fácil hablar de ellos por cuanto el grado de complejidad que alberga el Consejo Regulador de las D.O. Málaga, que gestiona las D.O.P. Málaga, Sierras de Málaga y Pasas de Málaga, es enorme. Hay clasificaciones por el porcentaje de azúcar, en función del color, en función de la edad...y más, como veremos al final.

Nos recibe Ignacio Garijo, nieto de José Garijo, propietario desde el segundo cuarto del siglo XX de la Antigua Casa de Guardia, una bodega famosísima por su taberna ubicada en pleno centro de la capital malacitana. Ignacio, aunque se formó como economista, ha vivido siempre vinculado a la viticultura y acabó en la bodega familiar, lo que le llevó a estudiar enología y viticultura. Desde 2013, tras desvincularse de la anterior, trabaja en DIMOBE, la bodega de Juan Muñoz que, a su vez, se trata de otra bodega centenaria situada en el pueblo de Moclinejo (también se elaboran en ella los vinos del proyecto Viñedos Verticales, fruto de la colaboración de Juan y del valenciano Vicente Inat).

En una visita como esta las referencias a la historia son continuas. Comenzamos hablando de cuándo y cómo comienza el fin de los "buenos tiempos pasados". La emigración a la ciudad, como en tantos otros pueblos, supuso el alejamiento de lo rural y sus prácticas. Nadie está interesado en seguir con lo que hacían los abuelos. Antes ya había hecho su aparición la terrible filoxera, que se llevó por delante miles de hectáreas. La uva Pedro Ximénez fue la más afectada. Apenas quedan parcelas que la contengan. También hay que hacer referencia a la mala praxis de algunas bodegas con manipulaciones denunciables. Total, que a finales del siglo pasado apenas había 8 bodegas en toda la provincia. Las cosas han cambiado, lentamente, a mejor. La creación de nuevas denominaciones como la de Sierras de Málaga ha cobijado una resurrección de las bodegas, especialmente y en cuanto a número, en torno a Ronda.

Volviendo a Moclinejo, seguimos hablando con Ignacio de sus vinos y lo que hay detrás. Empezamos por el campo. Trabajan con viñedos viejos, algunos muy viejos, que apenas necesitan cuidados. El clima ayuda a que las plagas sean testimoniales. Sobre la pizarra descompuesta encontramos a las protagonistas, las cepas de la variedad moscatel, que se vendimian a mediados de agosto. El calentamiento global no ha sido tan condicionante tanto como en otras regiones. La poda resulta determinante, tratándose de cepas que van a arrojar poco más de un kilo de uva por unidad de producción media. Tras la vendimia, parte de la uva que se dedicará a vino se asolea en los paseros, construcciones rectangulares bien orientadas para su desecación. Finalmente llegamos a la conversión de la uva en vino. En bodega los depósitos de acero inoxidable dejan paso a las viejas barricas de roble americano que dialogan con el tiempo.

DIMOBE elabora hoy casi 100.000 botellas. Ahora bien, más o menos la mitad de la producción se dedica a blancos y tintos tranquilos. También se elabora desde hace décadas un vermú que va a grandes ciudades. Recientemente se ha incorporado el espumoso...y es que estamos ante una empresa que tiene que vender para salir adelante y solo de vinos  dulces y/o tradicionales es muy difícil, pese a los brotes verdes que se perciben gracias al interés de determinados espacios gastronómicos y desde círculos reducidos de aficionados y comercios del sector. 

Pasear por sus instalaciones es un ejercicio de arqueología industrial, pudiendo ver antiguas prensas, los capachos para hacer la prensa de la uva pasificada, restos de lagares, barricas del siglo XIX y fudres que pertenecieron a la antigua casa Larios.

Mientras escribimos estas notas saboreamos un Seco Trasañejo que nos deleita con su intensidad aromática. Los toques avainillados del roble americano, los recuerdos a mueble viejo y a frutos secos (imposible no acordarse de los amontillados y olorosos jerezanos), dejan hueco también a sutiles notas cítricas. En boca, la acidez nos sorprende, si pensamos que estamos ante un vino de 18 grados, la untuosidad glicérica es notable sin resultar pesada y, por supuesto, el recuerdo que deja es larguísimo y agradable.

Para terminar, vamos con el lío de las tipologías de los vinos, que encontramos en la D. O. Málaga, que acoge la producción de cinco subzonas (Axarquía, Montes de Málaga, Norte de Málaga, Manilva y Serranía de Ronda). Aunque también encontramos tintas, las protagonistas son dos blancas: Pedro Ximénez y moscatel.  Podemos distinguir, en primer lugar, entre vinos tranquilos (dulces -de uva sobremadurada o de uva pasificada- o secos) y vinos de licor (con encabezamiento, adición de alcohol vínico al mosto, para dar lugar a secos, semisecos, semidulces y dulces). Si nos centramos en estos últimos, los dulces, podemos diferenciar entre: dulces naturales, en los que la fermentación del mosto de uva fresca se para con el alcohol vínico;  vino maestro, en los cuales el alcohol vínico se añade al mosto antes del inicio de la fermentación pero de una forma en la que el proceso es muy lento para jugar con una buena homogeneización y vino tierno, que es similar al primer ejemplo, salvo que las uvas no son frescas, se han asoleado. En realidad, esto es una simplificación, por cuanto hay que tener en cuenta también factores como el grado alcohólico adquirido mínimo (por ejemplo, los naturalmente dulces deben llegar al 13% de volumen alcohólico) y los gramos de azúcar residual (80 por litro en los naturalmente dulces, 45, en los dulces). Pero tantos detalles quizá sean más propios de publicaciones más especializadas.

No se vayan todavía, aún hay más. En función del envejecimiento, encontramos: vinos pálidos y vinos Málaga (sin envejecimiento o con envejecimiento inferior a los seis meses, respectivamente), nobles, añejos y trasañejos (más de cinco años de envejecimiento). 
Y además, tenemos el asunto del color. Algunos vinos se elaboran por adición de arrope. El arrope es mosto calentado, reducido por la acción del fuego directo o por baño maría y podemos encontrar denominaciones como: golden o dorado -sin arrope-, rojo dorado o rot gold (con 5% de arrope), oscuro o brown, negro o dunkel (más del 15% de arrope). Cada una de ellas, en función del envejecimento, dará colores más o menos oscuros.

Y esto no acaba aquí. Dry Pale, Cream, Sweet...son nombres complementarios, términos tradicionales. ¿Les suenan los términos "Pajarete", "Lágrima"y "Lacrimae Christi"? Pues el primero es el que designa a un vino de licor, con envejecimiento mínimo de dos años y sin adición de arrope. El segundo es el obtenido con mosto sin prensado mecánico y el tercero, como el anterior, pero con dos años de envejecimiento.

Poco más que añadir. A disfrutar de esta cultura.

¡Salud!

sábado, 6 de enero de 2024

L´OMBRE: RIBEIRO RENACIDO

Ribeiro es sinónimo de vino gallego. Por desgracia, con el paso de las décadas ha ido perdiendo la preponderancia de antaño por factores como el abandono rural y la apuesta por la elaboración de vinos en los que el factor más importante era la productividad, la rentabilidad económica, por encima de la búsqueda de la calidad. Nosotros ya conocíamos a elaboradores como Luis Anxo Rodríguez Vázquez o Bernado Estévez que defienden el valor de esta comarca con vinos estupendos.  Se suman ahora nuevos productores que siguen su estela. Aquí aparece Jorge Pérez.


Nos vamos a Lentille, a Cenlle, un poco más al norte de Ribadavia. Aquí en 2010 nació un proyecto singular en el que se vuelve a demostrar la importancia de una buena relación entre la tierra y el que la cuida para obtener con ella un producto de excepción. En ese año nacía el hijo de Jorge y ese hecho desencadenó el fenómeno. Por entonces Jorge trabajaba como ingeniero agrícola para varias bodegas, acababa de casarse y estaba pagando su hipoteca del reciente piso. Pero con el nacimiento de su hijo, nos cuenta Jorge (al que conocimos gracias al gran bar de vinos madrileño La Caníbal), algo hizo click y de un día para otro decidió que no quería seguir viviendo de esa manera, dedicando innumerables horas a elaborar vinos de dudosa calidad.

Así que, en plena crisis económica, decide emprender su propio proyecto. Busca para ello un lugar para hacerse con su bodega. Encuentra una ruina procedente de las posesiones de los condes de Ribadavia, el antiguo lagar de la aldea. Jorge hipoteca la casa y se lanza a reconstruir la bodega en apenas tres meses, excavando, limpiando piedra a piedra, creando accesos a la misma, poniendo una cubierta nueva. Son momentos difíciles que afronta con determinación. La falta de dinero le lleva a adquirir la maquinaria indispensable (embotelladora, despalilladora) de segunda o tercera mano, arreglándola, limpiando con un estropajo metálico todos los depósitos comprados en Portugal...y nada de subvenciones. Esas llegan a grandes empresas del sector.

De esta forma, un individuo que quería ser profesor de Educación Física, acaba embarcado en este proyecto, que se completa con su faceta de distribuidor. Desde el primer verano (2011) se lanzó con su furgoneta a vender personalmente sus cajas...y así sigue. Al menos, ha conseguido cierta estabilidad económica elaborando unas 8.500 botellas.

Con la base de su trabajo para otras bodegas (lo de hacer la ingeniería fue el resultado de quedarse en Ourense, a sus padres no les convencía la idea de que marchara a A Coruña a estudiar lo del deporte) y, dado que en su casa se hacía vino (lo habitual), Jorge tenía el conocimiento más que suficiente para arrancar. Sorprende para bien la claridad de su proyecto. Partir de una materia prima de calidad, ser lo más limpio posible en bodega, nada de añadidos, y jugar con el factor tiempo, con el reposo que tan bien sienta a los vinos.

La vendimia es manual, la fermentación es espontánea, el vino una vez hecho permanece en los depósitos hasta el embotellamiento. La bodega, prácticamente subterránea, asegura unas condiciones de temperaturas bajas y estables que son muy beneficiosas para la estabilidad del vino, para su conservación sin recurrir a medios industriales.

Cuenta con hectárea y media de una finca que está muy cerquita del río Miño. Además está enclavada en una curva del río que permite algo esencial, la aireación continua del viñedo. Los trabajos de su particular calendario agrícola pasan por acolchar la tierra con los restos de los sarmientos tras la poda, cavar un poco los pies de las cepas, pasar un gancho para romper la tierra y labrarla a continuación un par de veces en primavera. Siembra nabiza para aportar nitrógeno y genera competencia con las malas hierbas. En un área donde lo normal es aplicar de forma masiva todo tipo de productos químicos, dadas las difíciles condiciones de humedad y altas temperaturas, Jorge solo aplica cobre y azufre. Y sí, sigue el ritmo lunar, pues como se ha hecho siempre. En su viñedo reina la treixadura, acompañada de otras variedades como la caíño blanca, palomino, sousón y....riesling (sorpresa, traídas del Mosela e injertadas aquí).

La vida es una lucha constante, nos comenta Jorge. Quizá por ello, por su determinación, ha sido capaz de hacer algo único en Galicia, elaborar en botas de manzanilla de Sanlúcar (certificadas, nada de sucedáneos), que consiguió presentándose allí, sin ningún contacto y con mucha humildad. Pues de ahí surgirá la amistad con Gabriel Raya y la oportunidad de contar con botas procedentes de Bodegas Argüeso, gracias a lo cual podemos apreciar treixaduras y caíños con velo de flor, ahí es nada. También está probando a elaborar una pequeña partida de viosinho, variedad portuguesa del alto Duero.


En el panorama actual de despoblamiento y envejecimiento, por un lado, y de pérdida de tierras comunales que van siendo adquiridas por grandes firmas vinícolas que quieren incorporar blancos a su catálogo, por otro, el proyecto de L`Ombre, el sueño de Jorge se muestra como un camino más que esperanzador para disfrutar de grandes vinos, finos, rectos, honestos, complejos, en Ribeiro.

¡Salud!

ADEGA TACHÍN: VALDEORRAS ESENCIAL

Tachín era el apodo de uno de los abuelos de Juan y es el nombre de un proyecto que creemos dará mucho que hablar en los próximos años. Ubicada en A Rúa, estamos en el corazón de Valdeorras. una comarca (y una de las denominaciones más antiguas de España) marcada por una geografía poderosa: el río Sil actúa de eje vertebrador (de vía de comunicación desde al menos la época romana); la Sierra do Courel queda justo al norte y al oeste, el macizo de Cabeza de Manzaneda. Estamos en el noreste de la provincia de Ourense, haciendo frontera ya con León. La influencia atlántica está matizada por cierta continentalidad (un poco como la vecina comarca del Bierzo), a lo que hay que añadir las peculiaridades de una comarca que cuenta con la geografía ya citada.


Y sobre este paisaje actúa el hombre. Juan proviene de familia que ya hacía vino al modo tradicional, como era habitual en la España anterior al desarrollismo. Él es el primero en producir embotellando al modo actual. Cuenta con viñedos procedentes en gran medida de la herencia paterna y materna, lo que le permite jugar con cepas muy viejas en algún caso. Las viñas se nutren de un suelo en el que podemos apreciar pizarras, arcilla, cantos...y en el que Juan actúa de forma muy respetuosa, pese a las dificultades que implica cultivar en un área de mucha humedad a la que el cambio climático ha sumado no pocos problemas.

Juan se ganaba bien la vida en el mundo de la construcción, hasta que llegó la crisis de 2008 y tuvo que reinventarse. Alquiló un local, antigua carbonería del pueblo, que hoy es el Hostal O Pillabán, lugar idóneo para alojarse y poder conocer una comarca llena de atractivos naturales e históricos, además de vitivinícolas. Así que desde 2015 arranca con ese proyecto de hostelería y poco después se produce su feliz encuentro (buscando vinos para el restaurante), el enamoramiento, con los vinos naturales. Y ahí comienza su reciente historia de elaborador. 

Asombra su determinación y energía. Tiene muy claro hacia donde quiere ir. Partiendo de la herencia recibida, está trabajando el viñedo viejo para que aporte lo mejor de cada cepa y, al tiempo, tiene idea de ir plantando variedades gallegas que fueron relegadas décadas atrás para dar paso a variedades más productivas (por aquello de la cultura del vino a granel). En bodega, partiendo del conocimiento adquirido durante toda su vida, muestra, tanto la búsqueda de la pureza y la autenticidad que podemos apreciar en su godello o en su garnacha, como una gran inquietud para jugar con los coupages, llegando a combinar castas tintas y blancas que le permitan elaborar vinos frescos, que invitan a beber. 

Hasta ahora han sido unos primeros años de arrancar con lo justo, con unos pocos depósitos y alguna barrica, usando las viejas bodegas de la familia. Ahora bien, ya está proyectada ya la remodelación de la bodega que le permitirá ir creciendo poco a poco, al tiempo que en el viñedo podrá ir plantando las variedades que considera más adecuadas. 

Mientras tanto, podemos disfrutar de vinos como el Viña da Santa 2022, mezcla de mencía, merenzao, garnacha y tempranillo que estuvieron medio año en barrica de roble viejo y que se mezclaron con la godello de Rubio. La godello se expresa de una forma exquisita en Rubio.  Se trata de un vino que muestra muy bien la intensidad que ofrece la variedad en nariz y que en boca presenta una estructura de vino grande. La añada 22 se elaboró, tras una vendimia temprana, con 16 días de maceración pelicular y batonage una vez al mes durante medio año. 

Xela 2021 (homenaje en el nombre a su hermano fallecido), es una mezcla de un 70% de garnacha con tempranillo. Maceró el mosto con las pieles durante 13 días, hasta finalizar la fermentación alcohólica y de ahí pasó a un depósito de inoxidable, solo el mosto flor, sin prensar. Este vino es de esos que hacen levantar la cabeza de la copa para decir "qué bueno", tanto por lo que ofrece en nariz, como por las sensaciones en boca. Gran homenaje a cepas centenarias.

Además de estos, la añada 2023 promete cosas muy interesantes, como un ancestral de godello, o un rosado (quizá deberíamos decir clarete) donde juegan la merenzao con la moscatel tinta, el godello y la palomino.

Valdeorras es una referencia de valor gracias a la calidad de algunos de sus godellos (algunos, famosos y multipremiados) y muestra pujanza si atendemos al hecho de que importantes firmas están comprando viñedos para incorporar a su catálogo estos vinos. En este contexto, Juan de Tachín, a quien agradecemos su hospitalidad y generosidad, se muestra como una figura clave para entender y apreciar la esencia de esta comarca.

¡Salud!

domingo, 11 de junio de 2023

SANTIAGO ZOILO: VINOS DE ALTURA EN GREDOS.

La primavera toca a su fin, aunque las últimas lluvias han teñido de verde un campo que sufre la sequía iniciada hace más de un año. La humedad ambiental, unida a la temperatura cálida, nos lleva a pensar en otro clima, como el del sur de Galicia. Sin embargo, el abrupto perfil granítico de las montañas nos sitúa claramente en Gredos, en San Esteban del Valle. Allí nos espera Santiago, junto a la Garganta Organista, una de esas torrenteras de la cara sur de la sierra que vierte sus aguas, hoy abundantes, al Tiétar. Allí vive y trabaja.

Le conocí apenas hace seis días. Más bien, conocí sus vinos. Con motivo de Now in Gredos, el encuentro organizado por Eduardo "Chapiwines", tuve la suerte de catarlos e inmediatamente se me activó el radar vinícola que detecta cosas interesantes. Así que había que visitarle.

Primera parte: el ser humano.

No puede entenderse el proyecto vitivinícola sin visitar su casa. Los padres de Santiago no tienen relación con el vino, no hay una tradición agrícola detrás. Simplemente compraron una finca hace décadas. Allí Santi se crio, en el sentido de aprender a amar la naturaleza. Niño inquieto, le gustaba (y le sigue gustando), el contacto con el campo, bichear.

Luego llegó la formación. Optó primero por estudiar viticultura, algo que le permitía seguir en cierta medida cerca de lo que tanto le apasiona. Después, enología y de ahí a viajar por varios países (nos habla con mucho cariño de su paso por Argentina) a trabajar en distintas bodegas.



Segunda parte: el viticultor.

Con ese bagaje se lanza a plantear su proyecto. Al tiempo, de forma autodidacta, profundiza en el conocimiento de la biodinámica y de la permacultura. Ya sabe lo que quiere hacer, aunque faltaba un paso. No sabía montar una empresa. Para ello, desarrolló un programa de emprendimiento en Ávila que resultó ganador. Todo esto ocurrió hace unos pocos años; Santi solo tiene 28 años.

Hablar con él sobre sus vinos implica hacerlo sobre la viticultura y también sobre el lugar y su tradición. Estamos en una tierra de agricultura autosuficiente,  de cabreros y resineros, de emigración y también de arrieros acostumbrados a sortear los duros puertos abulenses, como el del Pico o el de Serranillos, hoy paraísos del ciclismo. Esos intercambios aportaron, entre otras cosas, una curiosa diversidad de especies: de olivos, de cepas...Nos cuenta Santiago con cierta pena como en su momento se arrancaron las viejas cepas como consecuencia de la venta de derechos que se produjo a raíz de la legislación europea. Hoy apenas quedan lugareños que elaboran vinos para el autoconsumo. Para ello se siguen usando las tinajas centenarias que se están destruyendo o malvendiendo.

En cuanto al trabajo en el campo, hablar con Santiago es asistir a una clase de biología aplicada a la huerta (en su casa), a sus animales y al viñedo. Hemos podido ver cosas como su hormiguero de hormigas rojas, que parecen tener una labor insecticida muy interesante, sus criaderos de lombrices, o la plataforma para pájaros que está creando mediante la plantación de distintos matorrales y arbustos. Se trata siempre de completar y complicar (en el buen sentido) su ecosistema, aportando diversidad, frenando la erosión (tan temida en un territorio en pendiente).

En los viñedos, algunos de su propiedad, otros trabajados por paisanos según los criterios de rigor que Santiago requiere, pensando en el medio y largo plazo. Vemos el trabajo con el suelo, mullido, esponjoso, lleno de vida. También encontramos los sarmientos, que hacen de barreras naturales para la erosión y sirven para fijar nutrientes, que a su vez fijan microorganismos.

Estamos en viticultura de montaña. Arrancamos a 800 metros, en la falda sur de la Sierra de Gredos; a lo lejos se atisba el valle del Tajo. La brisa de valle-montaña típica de esta geografía empieza a hacerse notar. Es fundamental para el balance de los vinos.

Santiago me enseña prácticas como la "poda de respeto", necesaria para rejuvenecer, incluso resucitar, cepas muy viejas. En estas pequeñas parcelas hay garnacha, pero mezclada con otras variedades. Trabaja seis parcelas, de las que salen seis vinos. Finalizamos en un viñedo que lleva acondicionando desde hace años. Una parcela de fuerte pendiente en la que ha habido que trabajar mucho, reconstruyendo muretes para aterrazar el viñedo, arrancar plantas y especialmente sus raíces, plantar nuevas cepas. Habrá albillo, pero también ligeruela. La sectorización que Santiago aplica le permite estudiar la evolución de sus viñas. Me habla de la utilización de pie franco de saca para hacer un sistema de conducción en forma de nido... Puedo ver las nuevas cepas junto a largas estacas de castaño (con las puntas quemadas), plantadas al tresbolillo, para crear efectos sinergéticos. Por aquí pasarán las ovejas, y también los gansos. Santiago está buscando una microbiología de bosque, la que corresponde aquí.

Tercera parte: los vinos.

Sobre esa base, llegan los vinos. Santiago trabaja con acero, con madera vieja y ha hecho sus experimentos con tinajas, con damajuanas... No hay ningún misterio; la vendimia se va haciendo según la maduración de las distintas cepas, se trabaja con la máxima limpieza, se utiliza un poco de raspón, se cuida que la fermentación se haga correctamente...y a la botella. Eso sí, Santiago es consciente de la importancia del tiempo y está dispuesto a aguantar sus vinos ya embotellados para que adquieran la redondez que el busca.

Reseñamos dos vinos. El primero es Poco Rosa. Apreciamos unas notas florales y frutales frescas muy atractivas, bien acompañadas en boca de una estructura en la que la carga alcohólica se queda en 13 grados, lo que unido a una acidez estupenda y a cierta tanicidad, nos reporta sensaciones muy placenteras. Se trata de un vino que te permite el copeo sin comida de por medio, de una ligereza que sorprende para lo que nos podemos imaginar de los vinos de Gredos.

Buscarla Unicolor es el segundo vino que hemos probado; presenta un aire de familia con el anterior, buscando una nariz que en este caso es aún más aérea, más delicada, y en boca juega con los mismos parámetros, con algo más de tanicidad. Estos vinos van a evolucionar muy bien en los próximos años, pensamos.

Santiago Zoilo nos parece otro ejemplo de elaborador perteneciente a una generación joven que está subiendo el nivel de calidad en el conjunto de los vinos naturales españoles. Y desde luego, le felicitamos por ello.

¡Salud!


jueves, 11 de noviembre de 2021

BIOGRÁFICO ROSADO ANCESTRAL 2019. Tempranillo. Vino de la Tierra de Castilla.

La bodega Uva de Vida, desde Santa Olalla (provincia de Toledo), nos ofrece este ancestral que se presenta con una nariz limpia y agradable. Hay frutas rojas y también notas como de flores y hojas secas, conformando un conjunto atractivo.

En boca estamos ante un vino bien hecho. Excelente la integración del carbónico, con una burbuja abundante y fina que combinada con una acidez correcta, una adecuada densidad glicérica, y matices amargos, hace que resulte equilibrado. 

Estamos ante un espumoso muy placentero. Se bebe con facilidad y con mucho disfrute.

¡Salud!

jueves, 21 de octubre de 2021

CHAPIJUICE 2020. Airén, chelva, garnacha.

Algo se mueve en un lugar de Madrid, concretamente en un pueblo del suroeste llamado Chapinería.

Nos ha llegado una botella procedente de un elaborador que está dando sus primeros pasos en este territorio vitivinícola. Se trata de un pet nat, de un combo de garnacha con uvas blancas; todo muy del centro peninsular.

Al lío. En nariz nos gustan sus aromas frutales, de fruta roja acompañada de cítricos, como de mandarina.  Algunas notas vegetales (tomatera) también aparecen completando el conjunto.

En boca sorprende... y para bien. La burbuja es muy fina, y su integración es más que meritoria. El equilibrio entre el carbónico, la densidad glicérica, y el ligero amargor que también percibimos es todo un hallazgo. Deja un recuerdo muy agradable. 

Un vino de trago fácil, que invita a repetir, que sienta muy bien, y que invita a conocer lo que está detrás de este proyecto.

¡Salud!



domingo, 3 de octubre de 2021

RARABANDA ROC GRAMONA 2020. Xarel lo. Penedés.

Seguimos descubriendo los vinos del proyecto Rarabanda, idea gestada por la distribuidora A la Volé. Hemos dejado unos meses las botellas en reposo domiciliario y ya va siendo hora de que salgan de su confinamiento. Vamos con este ancestral que nos ofrece una intensidad media, con aromas limpios entre los que sobresale la fruta y la flor.

En boca, estamos ante un vino seco que presenta como mayor virtud una acidez destacada para tratarse de un vino mediterráneo. La burbuja acompaña bien para aportar suavidad. Tiene también cierta sabrosidad y longitud, por lo que concluimos que se trata de un ancestral bien hecho; no esperábamos menos de la sexta generación del apellido Gramona.

¡Salud!


domingo, 26 de septiembre de 2021

TRINCH 2917. Cabernet franc. Loira.

Domaine Bretón es la bodega del Loira (Touraine) responsable de este vino, y la cabernet franc, como en otros de la misma casa que ya hemos probado, su protagonista.

Se trata de un vino de intensidad media, y con cierta complejidad, ya que los aromas frutales han dado paso a notas más evolucionadas, y se acompañan de recuerdos especiados, de vermú. La verdad es que le viene bien la aireación para ir apreciando sus matices.

En boca, la acidez sostiene perfectamente la estructura; se aprecia el extracto seco, el componente glicérico también es ajustado, y los taninos son finos. Muestra una persistencia destacada.  Nos parece un vino versátil, que te permite disfrutar sin acompañamiento sólido, pero que daría mucho juego en la mesa: ensaladas, pasta, carnes blancas...

¡Salud!