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sábado, 6 de enero de 2024

L´OMBRE: RIBEIRO RENACIDO

Ribeiro es sinónimo de vino gallego. Por desgracia, con el paso de las décadas ha ido perdiendo la preponderancia de antaño por factores como el abandono rural y la apuesta por la elaboración de vinos en los que el factor más importante era la productividad, la rentabilidad económica, por encima de la búsqueda de la calidad. Nosotros ya conocíamos a elaboradores como Luis Anxo Rodríguez Vázquez o Bernado Estévez que defienden el valor de esta comarca con vinos estupendos.  Se suman ahora nuevos productores que siguen su estela. Aquí aparece Jorge Pérez.


Nos vamos a Lentille, a Cenlle, un poco más al norte de Ribadavia. Aquí en 2010 nació un proyecto singular en el que se vuelve a demostrar la importancia de una buena relación entre la tierra y el que la cuida para obtener con ella un producto de excepción. En ese año nacía el hijo de Jorge y ese hecho desencadenó el fenómeno. Por entonces Jorge trabajaba como ingeniero agrícola para varias bodegas, acababa de casarse y estaba pagando su hipoteca del reciente piso. Pero con el nacimiento de su hijo, nos cuenta Jorge (al que conocimos gracias al gran bar de vinos madrileño La Caníbal), algo hizo click y de un día para otro decidió que no quería seguir viviendo de esa manera, dedicando innumerables horas a elaborar vinos de dudosa calidad.

Así que, en plena crisis económica, decide emprender su propio proyecto. Busca para ello un lugar para hacerse con su bodega. Encuentra una ruina procedente de las posesiones de los condes de Ribadavia, el antiguo lagar de la aldea. Jorge hipoteca la casa y se lanza a reconstruir la bodega en apenas tres meses, excavando, limpiando piedra a piedra, creando accesos a la misma, poniendo una cubierta nueva. Son momentos difíciles que afronta con determinación. La falta de dinero le lleva a adquirir la maquinaria indispensable (embotelladora, despalilladora) de segunda o tercera mano, arreglándola, limpiando con un estropajo metálico todos los depósitos comprados en Portugal...y nada de subvenciones. Esas llegan a grandes empresas del sector.

De esta forma, un individuo que quería ser profesor de Educación Física, acaba embarcado en este proyecto, que se completa con su faceta de distribuidor. Desde el primer verano (2011) se lanzó con su furgoneta a vender personalmente sus cajas...y así sigue. Al menos, ha conseguido cierta estabilidad económica elaborando unas 8.500 botellas.

Con la base de su trabajo para otras bodegas (lo de hacer la ingeniería fue el resultado de quedarse en Ourense, a sus padres no les convencía la idea de que marchara a A Coruña a estudiar lo del deporte) y, dado que en su casa se hacía vino (lo habitual), Jorge tenía el conocimiento más que suficiente para arrancar. Sorprende para bien la claridad de su proyecto. Partir de una materia prima de calidad, ser lo más limpio posible en bodega, nada de añadidos, y jugar con el factor tiempo, con el reposo que tan bien sienta a los vinos.

La vendimia es manual, la fermentación es espontánea, el vino una vez hecho permanece en los depósitos hasta el embotellamiento. La bodega, prácticamente subterránea, asegura unas condiciones de temperaturas bajas y estables que son muy beneficiosas para la estabilidad del vino, para su conservación sin recurrir a medios industriales.

Cuenta con hectárea y media de una finca que está muy cerquita del río Miño. Además está enclavada en una curva del río que permite algo esencial, la aireación continua del viñedo. Los trabajos de su particular calendario agrícola pasan por acolchar la tierra con los restos de los sarmientos tras la poda, cavar un poco los pies de las cepas, pasar un gancho para romper la tierra y labrarla a continuación un par de veces en primavera. Siembra nabiza para aportar nitrógeno y genera competencia con las malas hierbas. En un área donde lo normal es aplicar de forma masiva todo tipo de productos químicos, dadas las difíciles condiciones de humedad y altas temperaturas, Jorge solo aplica cobre y azufre. Y sí, sigue el ritmo lunar, pues como se ha hecho siempre. En su viñedo reina la treixadura, acompañada de otras variedades como la caíño blanca, palomino, sousón y....riesling (sorpresa, traídas del Mosela e injertadas aquí).

La vida es una lucha constante, nos comenta Jorge. Quizá por ello, por su determinación, ha sido capaz de hacer algo único en Galicia, elaborar en botas de manzanilla de Sanlúcar (certificadas, nada de sucedáneos), que consiguió presentándose allí, sin ningún contacto y con mucha humildad. Pues de ahí surgirá la amistad con Gabriel Raya y la oportunidad de contar con botas procedentes de Bodegas Argüeso, gracias a lo cual podemos apreciar treixaduras y caíños con velo de flor, ahí es nada. También está probando a elaborar una pequeña partida de viosinho, variedad portuguesa del alto Duero.


En el panorama actual de despoblamiento y envejecimiento, por un lado, y de pérdida de tierras comunales que van siendo adquiridas por grandes firmas vinícolas que quieren incorporar blancos a su catálogo, por otro, el proyecto de L`Ombre, el sueño de Jorge se muestra como un camino más que esperanzador para disfrutar de grandes vinos, finos, rectos, honestos, complejos, en Ribeiro.

¡Salud!

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