
Mª Antonia Fernández Daza |
En España la mujer no lo ha tenido fácil para entrar a trabajar en la industria del vino, sobre todo en el aspecto técnico, en el de la elaboración. Sus comienzos estuvieron ligados al sector comercial de la exportación. Las bodegas antes no daban mucha importancia a las ventas al exterior y era un terreno que no les importaba dejar en manos de unas mujeres que, además, hablaban más y mejor otros idiomas. Cuando, finalmente, ante el descenso del consumo en el interior, la exportación sí comienza a ser importante, a las mujeres se les abre las puertas del campo técnico.
La D.O. Ribera del Duero cumple ahora 30 años desde su fundación. A pesar del volumen continuamente creciente de ventas (73 millones de botellas en el último ejercicio) no está ahora en el mejor de sus momentos. Apoyados en la reputación, el algunos casos mundial, de unas cuantas marcas de esta Denominación, no cesan de aparecer nuevos vinos que no vienen a aportar nada interesante, salvo el volumen de ventas. En este sentido, es revelador el dato de que de esos 73 millones de botellas, unos dos tercios son vinos jóvenes, los más sencillos. Sí es cierto que han surgido también en los últimos años algunos buenos vinos, pero con un carácter vanguardista que hace muy difícil su identificación con Ribera del Duero. Y así es como aumenta la confusión en un consumidor que no sabe realmente qué es un Ribera, si un vino de esos míticos de más de 100 euros, si el vino joven de alrededor de 5 euros que compra en el hipermercado, o este vino modernísimo que acaba de aparecer y que está tan rico, pero que no le recuerda nada a lo que él identificaba con la región.
En los últimos 20 años la D. O. ha duplicado su extensión. La mitad del viñedo tiene, pues, una edad inferior a esos 20 años. Por eso llama tanto la atención la repetición de mensajes en la publicidad de algunos vinos o en las contraetiquetas de las botellas que hacen hincapié en el hecho de que están elaborados a partir de viñas viejas. En realidad, la calidad con un viñedo de esta edad solo es posible conseguirla limitando la producción. Y algunas bodegas sí lo hacen.
Entre las variedades permitidas, junto a la mayoritaria tempranillo, encontramos, entre las tintas, a la cabernet sauvignon, la merlot y la malbec. De esta última ya apenas quedan unas cepas, y es la tempranillo la que no deja de ganar en extensión. A esto contribuye, sin duda, la obligación que impone la D. O. de que el porcentaje mínimo de tempranillo en el coupage sea del 75%. En esto Ribera se diferencia radicalmente de La Rioja, donde sí es posible elaborar monovarietales de otras variedades como garnacha, graciano o mazuelo. También se permite el cultivo de una uva blanca, la albillo, aunque no para la elaboración de vino blanco bajo la Denominación. Esta variedad es muy característica de Castilla y León, pero hoy se halla en franco retroceso. No ocurre lo mismo en otras regiones españolas, como Madrid, donde sí se está reivindicando.
En cuanto a la cata, los ocho vinos que se nos presentaban pertenecían a las añadas 2008, 2006, 2005 y 2004. Hay que decir que los más jóvenes aún estaban un poco crudos y que les echamos en falta unos cuantos meses (por no decir años) más de botella. La impresión general es que en todos estaba muy presente la madera. Casi siempre una excelente madera, eso sí. Salvo una excepción, todos los demás venían a presentarnos una tempranillo - con algunos porcentajes de cabernet sauvignon en algunos casos - muy bien tratada, de una calidad magnífica, pero disfrazada con un elegantísimo - y carísimo - frac de roble. Bueno, es el signo de los tiempos.
Ahí va la relación de los vinos que catamos:
En boca mostró, como en general le pasó al resto de los de la añada 2008, cierta dureza tánica. No obstante también ofreció fruta, buen paso, y longitud. Se nos antojó un vino que parece querer romper con la imagen de seriedad que acompaña a muchos de los riberas. Su relación calidad-precio también es interesante, 13€, según ponía en el dossier preparado por Daniel.
En boca está estupendo, con equilibrio y agradables sensaciones. Es un vino muy maduro, con un excelente final. Para beberlo ya. 40€.
CARMELO RODERO PAGO DE VALTARREÑA 2005. Otro vino de pequeña producción, 5.200 botellas. En nariz sobresalen aromas balsámicos de menta y chocolate (after-eight), junto con una fruta muy madura (confitura de frutos rojos). Resultó el más goloso de los ocho vinos. Está muy bueno, pero es posible que acabara por empalagarnos si tuviéramos que bebernos algunas copas más. Uno de los asistentes comentó que le parecía un monastrell, lo que nos sugirió algunos interrogantes como si es necesario revestir tanto a un vino ( con esa madera de unas barricas que deben ser bastante caras) para mostrar la tipicidad del terruño, y también, en cuanto al precio, si pagaríamos los 35€ que cuesta o los invertiríamos en otros vinos.
En boca se mostró algo secante (quizá por el alcohol, señaló uno de los asistentes), pero con mucha fruta.
Otro vino con un precio elevado, unos 40€, que puede servir como ejemplo de lo que pudimos probar en esta velada. Vinos bien elaborados, con buena tempranillo, con una madera de calidad muy presente. No van a defraudar, pero hay que tener en cuenta su precio.
¡Salud!
No es posible comparar vinos de diferentes añadas, asi como vinos de tan diferente rangos de precio.
ResponderEliminarPues es muy posible que tengas razón, pero qué quieres, la selección no la hicimos nosotros... Gracias por tu comentario.
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