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jueves, 27 de mayo de 2010

IMPERIAL GRAN RESERVA 1998. Tempranillo, graciano y mazuelo. Rioja. España.


¿Existe la máquina del tiempo? ¿Cómo podemos disfrutar de un tiempo ya pasado? Sabemos que existen diferentes respuestas a esta cuestión. Una de ellas tiene que ver con el arte. Así, cuando uno contempla un cuadro de Velázquez o de Murillo, se puede decir que está "reviviendo" la España del siglo XVII. Pero en Vinoencasa no nos referimos a este concepto intelectual de regresar a un tiempo pasado, sino a algo mucho más concreto, más físico. Todos estaríamos de acuerdo en que reviviríamos más directamente la España del siglo XVII si fuéramos capaces de oír la voz del propio Velázquez, o de tocar el terciopelo del manto de una de las Inmaculadas de Murillo; o de ver, oler y probar el vino que derramó don Quijote en la aventura de los cueros de vino. Pues eso sí es posible con este Imperial Gran Reserva, que se ha convertido en una máquina del tiempo que nos ha transportado al siglo XX. Abróchense los cinturones porque el viaje comienza ya.
Este Imperial nos ofrece un bonito color rubí tirando a anaranjado, todavía muy alejado del tono de teja que ya tienen otros vinos de su edad. La capa es media-baja.
Nada más servirlo en la copa, aparece un aroma de reducción que recuerda a la humedad enrarecida de un lugar cerrado o de un sótano. Desaparece pronto: es el genio de la botella, que ha volado en cuanto se ha visto libre. Inmediatamente, sustituyen a esa nota inicial otras fragancias mucho más agrabables y sugestivas: cuero, cedro (lápiz), ahumado (¿pimiento asado, quizá?). A la fruta hay que esperarla un poco más. Unos quince minutos después, aparece (guindas en licor) junto con tostados dulces (chocolate y vainilla).
En boca sorprende su paso suave y su tacto aterciopelado. Una caricia para el paladar. Todavía conserva una buena acidez y unos taninos dulces de la madera muy sutiles. A este anciano aún le quedan algunos años. El recuerdo es largo. Un buen rato después aún seguimos percibiendo el calor y la suvidad de la caricia de este Imperial. La lástima es que, para entonces, se ha acabado la botella. No importa, ya sabemos cómo viajar "de verdad" al siglo XX. Y esta experiencia sólo nos ha costado 29€ en Lavinia, de Madrid. Gracias, José, por tu recomendación.
¡Salud!

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