Un blanco francés que es fruto del trabajo de Alain Brumont, prestigioso viticultor de Madiran, a quien pudimos conocer recientemente.
De sueve color dorado con reflejos verdosos, muestra en la copa que se trata de un vino sin filtrar, cosa que agradeceremos al probarlo.
En nariz nos asalta inicialmente un aroma a hierba y flor, como de hinojo o colonia fresca. Con el tiempo se acentúan las notas de fruta, como de manzana asada. El haberse criado con sus lías durante bastante tiempo y las barricas en las que se ha elaborado este vino dejan su impronta.
Lo probamos: delicioso. Una excelente combinación de acidez y dulzor, un paso por boca en el que todo el extracto de la uva parece precipitarse en la lengua, provocando que la vía retronasal se ponga de fiesta. Y un final, no largo, casi eterno. Extraordinario.
Además no está nada mal de precio. Lo adquirimos por algo más de 10 euros en Santa Cecilia de Madrid.
¡Salud!
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