Volvemos al maravilloso mundo de los generosos para regalarnos un Palo Cortado. Como ya comentamos en entradas anteriores (con ocasión de nuestra visita a Jerez de la Frontera), estamos ante un vino singularísimo,ya que es el fruto de determinadas barricas que tienen características tanto de amontillado como de oloroso.
Este, perteneciente a la bodega Lustau, nos lo trajimos de la cata que celebramos en la vinoteca Lavinia de Madrid (también reseñada en nuestro blog) en el mes de mayo.
Cuando lo olemos, como ocurre cuando estamos ante uno de estos vinos, el tiempo parece detenerse por un instante; entonces levantamos la cabeza de la copa y comprendemos que hemos entrado en otro mundo.
Los aromas avellanados se despliegan acompañados, en este caso con notas de miel, incluso de pasa; junto a un tono ligero a barniz que surge al agitar la copa.
Y por fin, lo probamos. La entrada sorprende por su dulzura, pero a medida que el vino invade el paladar son las notas saladas las que invaden nuestro gusto. El paso es sedoso y elegante. El final, larguísimo, como corresponde a estos vinos hechos a base de tiempo.
Por si fuera poco, al día siguiente, podemos disfrutar de su "fondo de copa", como se aprecia en la foto. El resto del vino se ha solidificado concentrando aromas. Delicioso perfume.
Pues bien, todo este conjunto de sensaciones tan placenteras que muy pocos vinos (incluso alimentos sólidos) pueden ofrecernos, son asequibles. Es más, creemos que estas joyas están muy depreciadas (y hasta despreciadas), quizá por el desconocimiento que se tiene de ellas. Es significativo que se valoren más en el extranjero. Nos preguntamos: ¿qué ocurriría si Jerez fuese una ciudad francesa o italiana?
El caso es que nos costó 17,40 en Lavinia.
¡Salud!
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