Pues bien, aquí tenemos un vino de color oro que en nariz resulta complejísimo. Olores variados como a madera o cuba vieja, a bodega mohosa; pero también, y no en un plano secundario, yema tostada, caramelo, keroseno, barniz, manzana asada, infusión de manzanilla...
Al probarlo nos rendimos ante la maravillosa acidez de este vino, que aún provoca salivación pasados muchos minutos. Al tiempo, encontramos una sedosidad en el paso por boca que hace del Tondonia una delicia. Ni que decir tiene que resulta larguísimo, con un retrogusto a manzanilla o manzana asada más que agradable.
Nos costó 60 € en la propia bodega.
¡Salud!
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