Ahora que ya hace tanto tiempo que pasaron las vacaciones de verano, qué bueno es abrir un vino que te haga regresar a los buenos momentos pasados en ellas. En julio de 2011, en pleno Tour de Francia, estábamos en Villeveyrac, a 40 km. al sur de Montpellier, en el departamento francés del Languedoc, visitando la Abadía de Valmagne.
La historia de esta abadía francesa repite las etapas por las que pasaron muchas otras en este país: de orígenes del siglo XII, con múltiples añadidos y reformas en siglos posteriores, cuando llegamos a fines del XVIII es expropiada por el gobierno revolucionario y pasa por diversas manos que descuidan su conservación hasta que, después de múltiples expolios y a punto de caer en la ruina, un aristócrata o un rico burgués la compra, la restaura y la reconvierte en bodega.
En el caso de Valmagne es el conde Henri-Amédée-Mercure de Turenne el que compra la abadía en 1838, que pasa a formar parte del patrimono familiar hasta nuestros días. Esto, la transmisión de una misma propiedad vinícola dentro de la misma familia generación tras generación, es algo que ya habíamos comprobado también en nuestra visita a Burdeos de Navidades, y que es mucho más raro encontrarlo en España, salvo en algunas bodegas centenarias de La Rioja y alguna otra honrosa excepción.
En el caso de Valmagne es el conde Henri-Amédée-Mercure de Turenne el que compra la abadía en 1838, que pasa a formar parte del patrimono familiar hasta nuestros días. Esto, la transmisión de una misma propiedad vinícola dentro de la misma familia generación tras generación, es algo que ya habíamos comprobado también en nuestra visita a Burdeos de Navidades, y que es mucho más raro encontrarlo en España, salvo en algunas bodegas centenarias de La Rioja y alguna otra honrosa excepción.
Pues bien, la actual bodega de la Abadía de Valmagne dedica este vino a este conde fundador que la salvó de la ruina total. Ya los anteriores propietarios habían hecho uso de las naves de la iglesia gótica como bodega y los actuales 18 fudres de roble ruso que podemos ver en lo que en su tiempo fueron las capillas fueron instalados en 1820. El folleto que nos sirvió de guía durante la visita nos cuenta que es por esas enormes cubas por lo que a esta iglesia se la llama "la catedral de las viñas".
Elaborado con uvas syrah y mourvèdre (la monastrell de los franceses) de agricultura ecológica, este vino procede de una subregión de la muy extensa Apellation Coteaux de Languedoc (que ellos dicen que es el mayor viñedo del mundo: ¿no habíamos quedado en que este título lo ostentaba La Mancha?) que lleva el nombre de Grés de Montpellier. Se caracteriza por sus areniscas rojizas ricas en bauxita.
No está muy cubierto, pues es de capa media, con ribete rubí y densa lágrima coloreada. Tiene una gran intensidad aromática: ya nos llega su olor desde el mismo descorche. Hay, sobre todo, mucha fruta, que al principio se muestra como fruta roja (fresón, yogur de frambuesa). Bajo este predominante tono frutal, distinguimos también notas florales (caramelo de violeta), de cuero y minerales (champiñón). Como solo una parte de este vino ha permanecido en crianza en barrica, la madera es muy discreta y sólo se aprecia un ligero ahumado. Varias horas después la fruta inicial se ha convertido en ciruela pasa y regaliz.
No está muy cubierto, pues es de capa media, con ribete rubí y densa lágrima coloreada. Tiene una gran intensidad aromática: ya nos llega su olor desde el mismo descorche. Hay, sobre todo, mucha fruta, que al principio se muestra como fruta roja (fresón, yogur de frambuesa). Bajo este predominante tono frutal, distinguimos también notas florales (caramelo de violeta), de cuero y minerales (champiñón). Como solo una parte de este vino ha permanecido en crianza en barrica, la madera es muy discreta y sólo se aprecia un ligero ahumado. Varias horas después la fruta inicial se ha convertido en ciruela pasa y regaliz.
En boca es muy sabroso y más mineral que frutal, desmintiendo lo que la nariz nos había anunciado. Es tánico y fresco, con un final amargo. El paso no es fácil ni amable porque los taninos se hacen notar, pero no hay astringencias molestas. Se agarran a las encías y a la lengua y los notas durante un largo rato. Le dan longitud a este vino. Por vía retronasal apreciamos un agradable aroma de licor de cerezas.
Está rico este Cuvée de Turenne. Ha caído toda la botella y nos encontramos perfectamente (no, estamos mejor que antes de abrirla). ¿Será por ese moderado 13.5% de alcohol que contiene? Lo compramos en la tienda de la Abadía de Valmagne por unos 12€.
¡Salud!
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