Aunque no es un aspecto que tengamos en cuenta, la verdad es que el
vino, su envase para ser más exactos, llama la atención; atrae al
posible cliente.
Por lo que vamos sabiendo sobre este tema, parece un vino hecho para mercados exteriores. Nos hemos acordado de las etiquetas que pudimos ver en una cata sobre vinos para la exportación hace unos meses, porque tiene ese aire de modernidad atrevida.
De capa alta y ribete fucsia, los olores que desprende son nítidos: fruta negra de confitura y unos tonos achocolatados-tostados de la barrica (cuatro meses, ¿tostado medio-plus?).
En boca nos recibe con golosura. La fruta está presente, así como recuerdos minerales; aunque al final se imponen los tostados-achocolatados.
Un vino de diseño, tanto por su continente, como, así parece, por su contenido. Insistimos en la idea de que nos parece un vino para exportación y especialmente para el mercado estadounidense (paraíso de los siropes, colas y todo tipo de azucarados productos industriales).
Se trata de ofrecer a un precio único (capaz de competir con los vinos del Nuevo Mundo) un producto de calidad (la base son viñas viejas de garnacha).
También tendrá su nicho de ventas entre quienes, por ejemplo, no son entendidos pero quieren sorprender en una reunión de amigos con algo original y que guste, porque está hecho para gustar a un publico generalista y cumple a la perfección su papel.
Nos costó 6,40 € en Lavinia.
Indagando por la red, Pablo Íñigo, en verema, escribió que este vino es el antiguo Garnacha de Fuego, que ya tenemos aquí registrado, y que surge a raiz de la ruptura comercial entre la familia Gil (los del Juan Gil, Clío, y El Nido) y Jorge Ordoñez, que participaban en el grupo exportador Orowines. Este grupo cuenta con la Bodega Ateca, que es la que elabora este vino.
¡Salud!
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