Pues bien, algo le debió gustar a Telmo porque se lanzó a elaborar este vino de una serie de 9.600 botellas, con el que ha vuelto a poner al pueblo abulense en el mapa vitivinícola hispano. Y lo ha hecho no con uno, sino con dos vinos, los Pegaso. Con ellos ha diseñado un bonito experimento sensorial ya que hay un Pegaso elaborado sobre suelo granítico, el que traemos hoy, y otro sobre pizarras, que ya presentaremos más adelante.
En nariz, desde el principio, se asoma la fruta roja madura (fresa, frambuesa) bien envuelta en una madera con ligero tostado. También percibimos recuerdos minerales y balsámicos, como mentolados.
En boca el vino todavía gana más. Su entrada es golosita y la fruta está siempre en el paladar. Hay buen equilibrio entre acidez y un alcohol generoso (15%) que nos recuerda a los vinos mediterráneos.
Muy agradable de beber, aunque, eso sí, su precio es para tenerlo en cuenta, ya que ronda los 30 euros.
¡Salud!
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