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domingo, 23 de diciembre de 2012

RIESLING DEL MOSELA

La Unión Española de Catadores cerró el año a lo grande, reuniendo a una selección de buenos riesling de la región alemana del Mosela; fue presentada por el gran Pedro Ballesteros, el único español miembro del reducidísimo grupo de los Master of Wine. 
Pedro Ballesteros
Decimos lo de "gran" porque no le conocíamos y quedamos encantados con él; nos pareció fantástica su actuación, uniendo capacidad didáctica y amenidad, todo bien envuelto en altas dosis de afabilidad. 


La del Mosela es una de las regiones más clásicas de la historia del vino pues es allí donde primero se elaboraron los vinos que más se cotizaron en el mercado internacional, incluso antes que en Burdeos (en 1890 estos vinos alemanes valían el doble que los bordeleses en Londres). Pero, luego, las dos Guerras Mundiales, los cambios sociales y las leyes alemanas del viñedo han provocado una cierta decadencia. A pesar de ello, los vinos del Mosela siguen gozando de merecido prestigio.
La región está situada cerca del límite norte del cultivo de la viña. Se ha dedicado siempre a la uva blanca, con el 100% de los mejores viñedos reservados para la riesling. 
Lo que hace únicos a estos vinos es la particular topografía de la que surgen, por los pronunciados meandros del río Mosela a su paso por esta región y las escarpadas inclinaciones de sus laderas. Todo esto hace que haya una gran variedad de orientaciones, de las cuales las mejores son las que dan al sur, con gran pendiente y suelo muy pobre. Allí es donde nacen los mejores vinos. 
Se trata de suelos únicos en el mundo, de pizarra azul muy descompuesta, que reflejan el sol y acumulan calor durante el día, lo que ayuda a la uva a madurar en este clima tan extremo. Son muy difíciles de trabajar y además tienen muy poca capacidad para retener el agua. Por eso, y sobre todo en los terrenos con mayor pendiente, en los años secos es necesaria la utilización del regadío.
La ventaja es que, por su gran austeridad, no es necesaria la utilización de herbicidas pues allí no crece apenas nada aparte de la viña. Las propiedades suelen ser pequeñas, pero la densidad de plantación es muy elevada y la uva riesling se caracteriza por su buen rendimiento. No obstante, dado lo imposible de la introducción de la mecanización en estas laderas tan inclinadas, esta esforzada viticultura de montaña no suele ser rentable en la mayoría de los casos. Se mantiene y sigue dando vinos de enorme calidad por la riqueza del país y por el peso de una tradición secular.

Cuando se conoce a la uva riesling, se la ama por su personalidad única, por su capacidad de envejecer y por sus cambios según el clima y los terrenos de los que procede. Se trata de una variedad que presenta problemas de corrimiento y de podredumbre, con muchos racimos por cepa y de tamaño muy desigual, lo que obliga a hacer un gran trabajo de selección en la vendimia.
Cuando uno se acerca a estos vinos le desconciertan dos cosas: el sistema de denominación geográfica -con topónimos imposibles de desentrañar para quien no conoce la lengua- y el distinto sistema que se utiliza en Alemania para la calificación de los vinos por su calidad. En cuanto al primer aspecto, Pedro Ballesteros nos iluminó un poco con su explicación. En la etiqueta, tras la marca comercial y la indicación de añada, aparecen dos topónimos. El primero, acabado en el sufijo -er, es el que indica el municipio al que pertenece el terreno, el pago o el viñedo, que viene señalado por el segundo topónimo. Así, un Erdener Treppchen es un vino que procede del pueblo de Erden y del pago Treppchen. Pero la legislación alemana sobre el vino, nacida en la época socialdemócrata, quiso "democratizar" el sistema de denominaciones geográficas a todas las regiones vinícolas alemanas, por lo que extendió esta manera de indicar el origen de los vinos en la etiqueta haciendo desaparecer cualquier jerarquía de calidad entre regiones y viñedos.
La diferenciación de calidades de los vinos, por tanto, no tiene que ver con la calificación única de un viñedo (como los crus franceses), ni con su capacidad de envejecimiento (como los crianza, reserva y gran reserva españoles); sino con el contenido de azúcar de la uva. Y es lo lógico en un país donde, por su clima y latitud, la fruta tiene gran dificultad para madurar y, por tanto, para que su zumo se transforme en alcohol. Como son vinos donde predomina la acidez, es necesario dejar algo de azúcar residual mediante la detención de la fermentación, para conseguir un equilibrio que los haga agradables al gusto. De esta manera, las categorías del vino alemán son las siguientes:
  • Kabinett, por encima de la la calidad básica, la de los vinos de mesa, que no tienen ningún indicativo que los clasifique. Se trata de vinos con 10-11,5º de alcohol, muy frescos y con mucha fruta verde. Son muy puros, con nada de podredumbre.
  • Spätlesse, vinos de vendimia tardía, con más grado que los anteriores y mayor porcentaje de azúcar.
  • Auslesse, de vendimia muy tardía, hacia fines de octubre o noviembre. Son vinos con más azúcar, pero con mayor riesgo pues pueden aparecer focos de podredumbre noble.
  • Beerenauslesse, de vendimia "grano a grano", donde se seleccionan los granos con botrytis de los sanos. Son vinos de gran concentración.
  • Trockenbeerenauslesse, (TBA). Son vinos elaborados a partir de uvas secas, dejadas pasificar en las cepas, en los años en que no están afectadas por el hongo botrytis. 
  • Eiswein, el vino de hielo, hecho con uvas desecadas por el efecto de la helada. 



Los vinos que probamos fueron los siguientes:
MARKUS MOLITOR ZELTINGER SONNENUHR RIESLING SPÄTLESE TROCKEN 2011
Pedro Ballesteros comentó que éste es un riesling que responde muy bien a lo que debe ser un joven, con mucha lima y mineralidad. Nosotros encontramos pronto la segunda, bien acompañada de notas muy perfumadas, florales, casi de colonia, junto a recuerdos de fruta tropical. Evolucionó muy bien.
En boca mostró una acidez destacada, y encontramos un punto amargo, tánico. Recuerdo muy largo y grato.
MARKUS MOLITOR ZELTINGER SONNENUHR RIESLING SPÄTLESE TROCKEN 2009
Con este vino pudimos jugar a apreciar la diferencia que  supone una añada cálida. Encontramos en nariz notas de caucho e hidrocarburo, fruta tropical (mango) y flores (con el tiempo advertimos notas de rosa).
En boca nos quedamos, de nuevo, con su estupenda acidez, que contrastó muy bien con el gusto dulce del azúcar residual.
DR.LOOSEN ERDENER TREPPCHEN RIESLING AUSLESE 2004
Uno de los nombres de referencia en la región. Este vino mostró todavía más intensidad que los anteriores. En nariz, más concentración. De nuevo mineralidad, notas de caucho, con fruta exótica: tropical, melón maduro, y flores. Delicioso en boca.


MERKELBACH ERDENER TREPPCHEN RIESLING AUSLESE 1995
Comenzamos un notable descenso temporal, hasta el pasado siglo, gracias a este vino, definido por Pedro Ballesteros como un ejemplo de riesling clásico. El color, con tintes casi ambarinos, mostró una vinificación más oxidativa, procedente de viejos fudres.
En nariz, nos ofreció recuerdos a hoja seca humedecida, sotobosque, notas de miel, de cera.
Al probarlo nos encontramos con un vino más envolvente, uno de esos en los que se aprecia que todo está en su sitio, donde todo es fácil, donde primero disfrutas y luego analizas. Quizá los años han logrado esa armonía que en los vinos anteriores, más jóvenes, tardará algún tiempo en llegar. 
   
LOTZ ERDENER TREPPCHEN RIESLING AUSLESE 1994
Cambiamos de bodega para probar un vino de agricultura biodinámica (con el mérito añadido de que estamos en una región difícil, con mucha humedad). Se mostró algo cerrado, pero no tardamos en atisbar su potencial; notas de humo, tostadas, marcada mineralidad.
En boca se mostró suavísimo, acariciador, muy equilibrado.
MERKELBACH ÜRZIGER WURZGARTEN RIESLING AUSLESE 1992
Volvimos a la bodega anterior para probar un vino nacido en el mismo fudre que el anterior. En boca nos pareció un vino más envolvente si cabe, un vino maduro pero fresquísimo por su excelente acidez. Así son los buenos riesling, vinos para los que veinte años no son nada; nos preguntamos cuánto tiempo, cuántas décadas más, puede llegar a aguantar uno de estos vinos.
CANNIVÉ KESTENER PAULINSBERG RIESLING AUSLESE 1990
Estábamos ya muy arriba y todavía subimos más. Cannivé es una bodega que no produce desde hace quince años; cosas de las generaciones actuales que no quieren seguir la tradición de una casa centenaria; y es que el trabajo en las laderas del Mosela no es precisamente fácil.
El caso es que de nuevo nos volvimos a encontrar con ese juego de aromas minerales, amielados, florales y exóticos, y con una boca fresquísima, pero redonda, plena.

CANNIVÉ PIESPORTER GOLDTRÖPFCHEN SPÄTLESE 1988
Este otro Cannivé nos sorprendió con unos aromas anisados muy evidentes y con un tacto algo más untuoso que el anterior, siempre dentro de la línea de calidad que veníamos disfrutando.



MERKELBACH ÜRZIGER WÜRZGARTEN RIESLING EISWEIN 2002
Y para finalizar, unas gotas de elixir. Un poquito de vino de hielo, ese que nace a partir de la recogida de uvas a una  temperatura inferior a -7 grados centígrados, y a partir de un prensado suave para que el agua no se descongele. 
¿Y que nos ofreció este nuestro primer vino de hielo verdadero?, porque Pedro ya nos contó alguna jugosa anécdota de chinos elaborando a partir de uvas metidas directamente en el congelador. Pues bien, encontramos miel, flores y cítricos. En boca, maravillosa concentración equilibrada, delicadísimo vino, acariciador, eso sí, con su nervio de acidez.

Balance: maravillosa sesión. Una lástima que no hubiera más. Podemos decir que sus precios no son baratos (sobre todo los más veteranos), pero son únicos y nacen en unas condiciones dificilísimas. Y además, están muy buenos.
¡Salud!     

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