De nuestra visita a la bodega nos quedaba alguna botella en la vinoteca. Ya conocíamos las añadas 2003 y 2004, y como nunca está de más volver a Burdeos, abrimos hoy la añada 2008.
De color cereza, en nariz hace gala de la calidad que ya conocimos en otras añadas. La fruta roja aparece enseguida, acompañada de notas sutiles: especias, tierra húmeda. La crianza en madera pasa desapercibida, salvo por un ligerísimo recuerdo avainillado.
En boca está estupendo; tiene un punto de dulzor al principio, que invita al trago, y resulta equilibrado, con acidez, untuosidad, y amargor en buena sintonía. Se bebe con mucha facilidad; resulta ligero, pero con carácter; un buen vino que deja sensaciones placenteras, desde el principio, hasta que nos acabamos la botella.
Sin duda, en esta casa centenaria, que ya ganó premios hace un siglo, saben como hacer un buen vino. Todo un Saint Emilion Grand Cru, a un precio asequible (alrededor de los 20 €).
¡Salud!
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