Los bodegueros Corinne y Jean-Pierre Grossot elaboran este blanco de chardonnay en la región borgoñona de Chablis. Cuando lo adquirimos nos contaron la anécdota que explica el nombre tan bonito que tiene. Resulta que en Borgoña a la merma del vino que cada año se da en las barricas como resultado de la evaporación, los bodegueros la llaman "la part des anges", la parte que se han bebido los ángeles. Bueno, pues vamos a ver qué tal está este vino tan angelical.
Es de color dorado pálido, con reflejos verdosos que denotan que aún es joven.
Domina en la copa un tono punzante de olores herbáceos complejos que tardamos en diferenciar (hinojo, manzanilla, hoja de higuera, pis de gato). Muestra complejidad, ya que también apreciamos notas frutales variadas (manzana, melocotón) y según vamos agitándolo y oxigenando aparecen notas dulces de miel, canela y azúcar tostada. Por último, surgen los aromas de las lías.
En boca es muy fresco, con una acidez notable. Es un 2008: a este vino aún le quedan bastantes años en botella. Tiene un tacto graso y un paso untuoso. Hemos necesitado un par de tragos para que el paladar se haga a la acidez. Después, se disfruta mucho ese paso tan agradable y aromático. El recuerdo que deja es larguísimo y elegante.
Este Cuvée La Part des Anges nos ha costado poco más de 20 € en la vinoteca Tierra, de Madrid.
¡Salud!
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