Desde el noreste de Italia, en torno a Friuli, nos llega este vino de precioso color dorado, con matices verdosos y muy brillante.
¿A qué nos huele? Pues a piña (sobre todo). Pero también nos vienen recuerdos florales, como esas flores de jardín de verano mediterráneo, de perfume denso y persistente (perdón por el tono poético), y hasta hemos detectado toques de mantequilla. En esto no coincidimos con lo que señala la página web de la bodega que habla de "hojas de tomate y salvia" (a tanto no llegamos). Cuando lo probamos nos sorprende favorablemente. Tiene mucho cuerpo. Excelente acidez y un tacto untuoso que invade la boca. El paladar se complace con este vino que deja un largo recuerdo. Tiene un punto goloso, sin empalagar, que le hace muy apetecible.
Un vino de los que no fallan, que nos costó casi 20 euros (precio ya a tener en cuenta si lo comparamos con otros vinos -por ejemplo el José Pariente que acabamos de comentar-) en la Vinoteca Tierra, de Madrid.
¡Salud!
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