Siguiendo con nuestra incursión por el sureste de Francia, vamos con un rosado. Cuando lo compramos, el vendedor nos reconoció que los rosados españoles tenían una calidad altísima, por lo que nos ofreció "algo que se podía asimilar".
Pues bien, estamos ante un vino de un color fresa no muy intenso y que, en nariz, nos trae aromas de fruta roja, fresa fundamentalmente.
En boca presenta una acidez destacada y un paso ligero y agradable. Un vino que se bebe bien, correcto, aunque, si lo comparamos con los españoles que hemos probado, sale malparado al tener menos intensidad y cuerpo.
Nos costó menos de 10 euros en la vinoteca L´Atelier des Vignerons, de Limoux.
¡Salud!
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