Cerca de Verona, la bodega Roccolo Grassi produce este vino blanco a partir de una uva que no conocíamos hasta ahora: la garganega.
De color dorado intenso, con matices verdosos. Descubrimos con sorpresa algunas burbujitas en el fondo de la copa.
Al olerlo nos encontramos con un vino complejo, de los que te ponen a prueba. Hay intensas notas herbáceas y florales. Recuerdos anisados, hierbas de tocador, como de agua de colonia. Pensamos que este vino ha fermentado sobre sus lías (efectivamente, en la página web de la bodega se indican diez meses).
Advertimos también notas minerales y hasta de fruto seco. La madera que lo ha contenido se aprecia sutilmente, sin entorpecer el despliegue aromático anterior.
En boca nos sorprende gratamente su acidez, que será determinante para hacer de este Roccolo Grassi un vino larguísimo. Sin embargo encontramos un paso untuoso muy placentero. Un vino con cuerpo y carácter. Muy bien hecho.
Su precio es muy atractivo. Nos costó unos 15 euros en la Vinoteca Tierra, de Madrid.
¡Salud!
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