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jueves, 1 de septiembre de 2011

BODEGA GUÍMARO. Ribeira Sacra.


Pedro, de Guímaro, y Vinoencasa
Nos costó encontrarla. No es uno de esos edificios que buscan la ostentación. Apenas cuatro paredes que contienen lo imprescindible. Lo valioso es el contenido.
Nada más llegar pudimos saludar al padre de Pedro. Dice que él no tiene nada que ver con el proyecto actual, aunque no nos lo creemos. Suponemos que algo hizo para que Pedro, que estudió Derecho, se lanzara a una aventura que dura ya una década y que le tiene bien situado en mercados como el estadounidense o el japonés (vende fuera el 35% de su producción).
Josep María, de Orto, Montsant

La visita a Guímaro no fue todo lo exhaustiva que quisimos porque no estábamos solos. Resulta que los de ORTO, de Montsant, también estaban allí de visita. Nos adaptamos a la situación rápidamente, hicimos piña, y pudimos dedicarnos a tomar apuntes y atar cabos mientras probábamos de aquí y allá en depósitos y barricas. Muchas catas, porque se elaboran por separado todas las parcelas. Luego se mezclan. Comprobamos con alegría que Pedro usa fudres (o conos, como él los llama).


Comenzamos probando su GBG, un blanco que no conocíamos, con godello, treixadura y dona branca, elaborado con sus lías que le dan un toque achampanado. A continuación pasamos al joven tinto, que ya tenemos comentado en el blog. Lo de joven es relativo, porque parte de cepas viejas. Pedro se ríe cuando tratamos conceptos que se han ido poniendo de moda: las cepas viejas, lo bio y ecológico, los puntos Parker (que, por cierto, ya le ha dado hasta 98 puntos)...

Nos sorprendió su relación amistoso-profesional con Raúl Pérez. Pedro habla muy bien del berciano. Elaboran conjuntamente y reparten a medias el resultado, al que ponen sus propias etiquetas.


Cuando probamos de las barricas tratamos el tema de la madera. La idea en Guímaro es que no debe tener protagonismo. No hay obsesión por la barrica nueva. Los vinos están en madera el tiempo que haga falta, hasta que les gusta.

Tras probar de cinco o seis barricas nos satisface comprobar que hay mucha fruta y la acidez de un vino más atlántico que mediterráneo (aunque el cambio climático no le ha venido mal a las uvas, según nos cuenta Pedro). La frutosidad de estos vinos aún sin embotellar nos acompañará durante mucho tiempo.


Viñedos imposibles

La visita acaba en la "fábrica" de los vinos. Nos vamos a las laderas del río Sil, a colgarnos de paredes rocosas de pendiente extrema donde el trabajo es básicamente manual. Aquí Pedro nos enseña con ilusión cómo le está ganando terreno a la montaña para hacer terrazas en las que apenas cabe una hilera de cepas. Mucho trabajo e ilusión. Buena receta para elaborar buenos vinos.
¡Salud!

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