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jueves, 1 de septiembre de 2011

EL VINO DE MANOLO DE PENACOBA. Lugo.

Su padre ya hacía vino, en aquellos tiempos de la España en blanco y negro, en la que los bueyes eran el sistema de transporte de la Galicia rural.
Y Manolo sigue haciéndolo, aunque ha cambiado algunas cosas para mejorar. Siempre fue una persona con iniciativa (su padre se lo permitió) y cuenta con muy buen juicio y altas dosis de sentido común.

El proceso comienza con la compra de uvas. Mencía local junto a tinta de toro para dar cuerpo, alcohol (garantía de conservación) y el delicioso sabor de la variedad.
La clave de un buen vino, nos cuenta Manolo, es la selección de la uva. Hay que desechar las secas, las podridas y otros elementos molestos como las hojas. Y hay que dedicar tiempo a la operación. Dos horas más de dedicación en esa tarea pueden ser decisivas para disfrutar del vino en todo un año.
Se pueden usar elementos más modernos, como los medidores de grado alcohólico de las uvas que Manolo comparte con dos socios. También tiene una máquina estrujadora que se encarga de que nazca el mosto. Con estas sencillas bases y 2.000 kilos de uva ya puede llenar (no del todo para evitar desbordamientos) el depósito donde fermentan. La fermentación se puede controlar de forma absolutamente artesanal: escuchando cómo “hierve” el vino y tomándole la temperatura de forma manual. No hay levaduras ni sulfitos añadidos. Si la uva está sana, y el proceso de elaboración se hace con cuidado y limpieza el vino tiene todas las posibilidades de salir adelante.

Una vez terminada, tapa el depósito herméticamente. Un mes y medio (más o menos) después lo trasiega y limpia ese depósito. Los restos servirán para el aguardiente. El vino se va a conservar en un depósito de acero con tapa interior que Manolo hace impermeable recubriendo el espacio que queda entre sus bordes y los del recipiente con aceite. Estamos en el mes de noviembre o diciembre. En enero, tras haber hecho su aguardiente, hace una segunda trasiega en el que se eliminan posos que han decantado. Unas semanitas más y el vino vuelve a su depósito de acero para descansar definitivamente.
Y con esas bases se realiza un vino de capa media, de color fresa con ribete remolacha. Un vino muy limpio que huele nítidamente a fruta roja. En boca guarda algo de carbónico y resulta muy agradable. Es ligero pero no deja indiferente. El paso por boca es fresco y frutal. Acidez y alcohol más que correctos.






Pues así se hace un vino para disfrutar un año. Podría parecer que por ser tan artesanal se trata de un vino rasposo y de baja calidad. Lo cierto es que está bien hecho. Está bueno y sienta muy bien, lo que no puede decirse de otros vinos elaborados con altísima tecnología. Lo traemos hasta este espacio porque nos ha parecido un ejemplo de vino natural, lleno de verdad, honesto. Como su autor, un hombre cabal, inteligente y cálido. 
Casa Penacoba
Manolo forma junto a Remedios, su mujer (cariñosa, discreta y siempre atenta al detalle), una pareja que han conseguido en su casa de labranza, Penacoba, un lugar donde el viajero puede ver la felicidad como algo cotidiano.


¡Salud!

2 comentarios:

  1. Manolo os echamos de menos , un veso la familia vallino , y feliz navidad

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  2. Feliz año Manolooooo, te deseamos luis, gloria y toda la familia... desde venezuela que te estamos viendo

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