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sábado, 3 de septiembre de 2011

GORVIA 2007. Mencía ( 90%) y bastardo. Monterrei. España




El tercero de los vinos con que nos obsequió Miguel, de “A Curva”, en Portonovo, fue este caldo orensano, de la D. O. Monterrei, que vino que ni pintado para disfrutar de todos los paisajes líquidos gallegos.
Aparece vestido con una capa media y un ribete cereza vivo, en el que no se advierte evolución.
En nariz estamos ante un vino complejo.
Comenzamos por apreciar buena fruta, una fruta que ya hemos olido en otros vinos: uva pisada, hollejo, pulpa. Poco a poco, según se oxigena este Gorvia, el aroma frutal se hace más dulce, hacia la compota de frutos rojos. También aparecen notas balsámicas (eucalipto). No hay información sobre el tipo de uva utilizado, pero notamos un fondo sutil animal que nos hace pensar en la mencía.

Al día siguiente terminamos la botella, a la que habíamos hecho el vacio. Los tonos ahumados pasaron al primer plano, desapareciendo al agitar la copa.
En boca la entrada es dulce, con unos taninos y una acidez muy equilibrados que nos permiten decir que es un vino “redondo”. Tiene un punto golosón, pero elegante que invita a seguir bebiendo sin llegar al empalago. Bastante tiempo después del último trago, aún se percibe el regusto de la buena fruta.
Nos encanta comprobar que en una distancia de pocos kilómetros podemos encontrar vinos muy distintos dentro de Galicia.
De este elaborador ya conocíamos su Alanda, que nos gustó. Con este ya son dos vinos que nos muestran un nivel de calidad muy elevado. Seguiremos en contacto.
Terminamos con este Gorvia los vinos con los que nos deleitó Miguel en su taberna. No podemos decir su precio porque este generoso duendecillo nos lo regaló.
¡Salud! 


REPETIMOS
Seis meses después hacemos lo que un vino como este se merece, probarlo en condiciones óptimas, en casa, con botella recién abierta, el cuerpo bien dispuesto y con mucho tiempo por delante.  

En nariz mantiene la complejidad; hay notas minerales, frutales y florales de la mencía, recuerdos de monte bajo, balsámicos; una madera que se asoma de vez en cuando con notas de café.
En boca nos encontramos con un vino que muestra bien la geografía de la que procede, ese interior de Orense que mira ya hacia la meseta castellana, ese espacio de transición que se aleja del Atlántico.  Tiene cuerpo pero no impone; hace gala de gran equilibrio entre acidez y dulzor; cuenta con unos taninos sedosos y cierta untuosidad que lo hacen muy grato al paladar. Los aromas frutales y florales llegan por vía retronasal con fuerza, y el final es larguísimo, con un sutil amargor.

Nos costó 24,90 en Lavinia; puede parecer un precio elevado, pero estamos ante un vino que lleva detrás mucho trabajo artesanal, desde el cuidado de unas cepas autóctonas con tratamiento ecológico, hasta una vinificación de pequeñas partidas, para una producción escasa pero de calidad.


Esperamos dar más noticias de José Luis Mateo durante este año. Se nos ha escapado ya dos veces (la agenda complicada de estos artistas no siempre ayuda), pero somos perseverantes. ¡Salud!

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