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viernes, 25 de noviembre de 2011

CHAMPAGNES EN SANTA CECILIA


Estuvimos en la Bodega Santa Cecilia para asistir a una jornada sobre champán. Como siempre, la organización fue estupenda y hubo mucho público.
Copa en mano comenzamos por la bodega Barón de Fuente. Probamos cuatro: Revelation Brut, Revelation Rosé, Revelation Grand Cru y Espirit Barón. Cuentan a su favor con precios contenidos (desde 16, 45 hasta 26,90). En general, dentro de una línea de calidad, nos resultaron ligeros y frescos. El Grand Cru  fue el que más destacó, el más reconocible.
A continuación pasamos a la casa Louis de Sacy. Situada en el pueblo de Verzy, cuenta con el privilegio de ser completamente Grand Cru, la máxima categoría de viñedos. Además se trata de una bodega relativamente pequeña, donde se controla todo el proceso de forma exhaustiva, lo que redunda en la calidad final, según nos contaron. Probamos el Brut Original, el Grand Cru y el Rosé. Nos gustaron mucho los dos primeros, que están por debajo de los 30 euros. El Grand Cru nos sorprendió por su cremosidad, extraordinaria (ahí está la calidad de la uva, nos contó el representante de la Maison). El Rosé, de más de 40 euros, no nos dijo tanto, probablemente porque el orden de cata no fue el correcto. Nos explicaron que ahora estos rosados están de moda, especialmente porque tienen una demanda , la femenina, en auge, y resultan muy rentables porque elaborarlos cuesta lo mismo pero se venden mucho más caros. 
En otra mesa catamos tres espumosos muy  distintos: el Cuveé Tradition Premier Cru, de Gonet Medeville (26 euros), de enorme acidez; el Terroirs Brut Blanc de Blancs, golosón y sabroso, como corresponde a un 100% Chardonnay y, de Philiponat, el Royal Reserve, que no nos dijo gran cosa.
No muy lejos estaba la casa Louis Roederer, donde probamos el Brut Premier y el Brut Vintage. El primero es el fruto de mezclar distintas añadas, mientras que el segundo se elabora con vinos base de una sola añada.  El primero mostró sus aromas a manzanas, flores y pan tostado, cumpliendo a la perfección. El segundo quedó en un segundo plano.
Aprovechamos la ocasión para preguntar por el famoso Cristal, el champán mítico de esta casa y una de esas marcas que suelen comprar los millonarios de todo el mundo. El origen de esta marca se remonta a finales del siglo XIX, cuando el zar Alejandro II exigió que se embotellara en una botella especial el espumoso que tenía por costumbre regalar. Como en esa época el champán se servía con una botella cubierta por un paño, el producto no se veía, y el zar reivindicó que sus regalos, tan exclusivos (se elaboraba toda una cuvée para él) tenían que verse; de ahí la botella.
Pasaron las décadas, la revolución rusa, las guerras...; y la cuvée desapareció. Llegaron los años 1940 y, con un mercado estadounidense pujante, se resucitó la marca y desde entonces... hasta ahora.

Tras probar alguno más de cuyo nombre no queremos acordarnos, nos acercamos a un viejo conocido, Henri Abelé, que pertenece al grupo Freixenet, dato éste poco publicitado por aquello de no herir los sentimientos nacionales franceses. El caso es que este champán, de poco más de 26 euros resulta muy fácil de beber, con aromas a mantequilla intensos y una boca suave, golosita y cremosa. Ideal para iniciarse en estos vinos. Probamos también el Rosé, que no nos dijo gran cosa (no era la noche de los rosados, aunque no los desterramos, que ya habrá tiempo y ocasión para reconciliarse con ellos). Junto a los dos anteriores había también una botella muy llamativa, por su diseño, combinación de dorado y negro y por su símbolo, el ángel sonriente de la catedral de Reims. Su precio supera los 70 euros. Nos tuvimos que hacer de rogar hasta que la paciencia dio sus frutos en forma de almibarado líquido. Todo un Millesimé de 1999, con siete años de crianza: el Heri Abelé Cuveé Prestige. Olía a rosa, a moscatel, a azahar, a miel...; y en boca suavísimo, delicado, elegante. Se nos ocurrió que podríamos distraer a la encargada y, tras hábil y rápido movimiento de manos,  salir corriendo con la botella para acabarla a escondidas; pero el decoro se impuso y nos quedamos a dos velas.
Después de esto pudimos probar el mejor rosado de la noche, el Pommery, con un singular aroma inicial a cerilla, a fósforo.
Y, para finalizar, nos acercamos a otro de los nombres comerciales más conocidos, Mumm, donde pudimos catar el Cremant Lux, un Chardonnay 100% bien hecho, equilibrado...; pero a más de 70 euros.
Reflexión final: estos vinos especiales (como los oportos o nuestros queridísimos jereces) son maravillosos.  Son muy placenteros y deben conocerse. Al fin y al cabo, tras siglos de elaboración, integran ya el patrimonio cultural europeo. No obstante hay que tener siempre en cuenta su precio. Afortunadamente en España contamos con los cavas, que proporcionan sensaciones estupendas y resultan más accesibles.
¡Salud!

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