Miguel Gil |
La familia Gil está dedicada al negocio del vino desde 1916. Miguel Gil, nieto del fundador, ya había tratado de revolucionar la imagen de los vinos de Jumilla, baratos y de escasa calidad, con Finca Luzón. En 2002 decide utilizar las viñas viejas de monastrell que la familia Gil tiene en Jumilla para realizar un nuevo proyecto que demuestre que en esta región murciana es posible hacer vinos de guarda y de prestigio al estilo de Burdeos. Para ello, une sus fuerzas a Jorge Ordóñez, uno de los principales importadores de vinos españoles en Estados Unidos, para crear El Nido, integrada dentro de la firma Orowines.
El siguiente paso fue la contratación de un conocido enólogo de prestigio internacional, el australiano Chris Ringland, al que se le da total libertad para trabajar. De esta sociedad nacen estos dos vinos, Clío y El Nido, que hoy se nos presentan.
Ringland
decide utilizar dos variedades, la monastrell y la cabernet sauvignon,
para elaborar estos dos vinos, pero en porcentajes diferentes. Así, El
Nido, que es el más alto de la gama, se lleva un 70% de cabernet y un
30% de monastrell; mientras que para Clío los porcentajes son a la
inversa: 30% cabernet y 70% monastrell. La clave está en la distinta
calidad de la monastrell que se utiliza para cada uno. Para El Nido va
toda la monastrell que produce el viñedo más viejo, de más de 80 años,
plantado en piedra tosquiza, y el resto de esta uva de viñas más jóvenes
es el que da lugar al Clío.
Estos porcentajes varían según el año. Incluso,
nos cuenta Miguel Gil, al enólogo australiano, que en un principio tenía
muchas dudas sobre la capacidad de la monastrell para el
envejecimiento, cada vez le gusta incluir más cantidad de esta uva en el
coupage final, de modo que ahora resulta que la añada 2004, en que se
reparten los porcentajes de ambas uvas a un 50%, es la que más le
satisface.
En la
elaboración y la crianza está muy presente la madera. Los vinos realizan
la mitad de la fermentación alcohólica, unos siete días, en depósito de
acero inoxidable y el resto en barrica. La maloláctita también se lleva
a cabo en madera. Y después la crianza en barrica se prolonga hasta los
22 o 26 meses. Por eso estos vinos precisan un largo periodo de
permanencia en botella para integrar todo este roble. Lo malo es que las
añadas más recientes, las que puede comprar el consumidor normal,
todavía necesitarían de algún año más de guarda, lo que no siempre es
posible dadas las condiciones de las viviendas modernas. En general, es
El Nido el que más gana con el tiempo, mientras que Clío ya está bueno
al poco de ser embotellado.
Como curiosidad,
tanto Miguel como Antonio nos dijeron que no eran partidarios de la
decantación de sus vinos. Preferían que el consumidor pudiera comprobar
cómo evolucionan en la copa, que observaran el cambio en sus aromas
según pasa el tiempo y la transformación en el color, que pasa de unos
tonos ocres iniciales a un rojo rubí poco después. En este último caso,
nos comentaron que tiene mucho que ver el alto nivel de sulfuroso que
contienen ambos vinos (50 mg/l.), que necesitan para su protección.
En
2005 salieron al mercado las primeras botellas de estos vinos y se
vendieron exclusivamente en Estados Unidos. El éxito en este país fue
inmediato pues se trataba de vino de altísima calidad a unos precios muy
bajos, a pesar de los 100 € de El Nido, para lo habitual en ese
mercado. Después, las buenas críticas y las altas puntuaciones de los
expertos han hecho que la demanda española haya crecido. Aún así, el 90%
de la producción se sigue vendiendo fuera de España.
En cuanto a la cata, comenzamos apuntando que El Nido es mejor vino que Clío; así de simple. En todas las añadas: 2005, 2006 y 2009 (en la 2003 no pudimos hacer la comparación porque una botella salió defectuosa). Hay más complejidad y elegancia en El Nido. En ambos casos estamos ante vinos plenamente mediterráneos, cálidos, con mucha fruta madura, pero la carga alcohólica se ve compensada por una acidez excelente. Los taninos están muy bien integrados, aunque el 2009 todavía resulta algo agreste; necesita afinarse en botella.
Tras haber probado todos no fue muy difícil llegar a la conclusión de que son vinos con un perfil internacional; es más, parecen responder perfectamente al paradigma estadounidense dominado por Robert Parker: mucha fruta madura contenida en una madera tostada que asoma con sus notas dulces. Este es el tipo de vino que parece dominar el mercado actualmente.
Por su parte, la bodega Juan Gil obtiene una imagen de marca prestigiosa y el orgullo de ser capaces de situar a la otrora vulgarizada Jumilla en el mapa internacional de los vinos que superan los 100 euros.
¡Salud!
En cuanto a la cata, comenzamos apuntando que El Nido es mejor vino que Clío; así de simple. En todas las añadas: 2005, 2006 y 2009 (en la 2003 no pudimos hacer la comparación porque una botella salió defectuosa). Hay más complejidad y elegancia en El Nido. En ambos casos estamos ante vinos plenamente mediterráneos, cálidos, con mucha fruta madura, pero la carga alcohólica se ve compensada por una acidez excelente. Los taninos están muy bien integrados, aunque el 2009 todavía resulta algo agreste; necesita afinarse en botella.
Tras haber probado todos no fue muy difícil llegar a la conclusión de que son vinos con un perfil internacional; es más, parecen responder perfectamente al paradigma estadounidense dominado por Robert Parker: mucha fruta madura contenida en una madera tostada que asoma con sus notas dulces. Este es el tipo de vino que parece dominar el mercado actualmente.
Por su parte, la bodega Juan Gil obtiene una imagen de marca prestigiosa y el orgullo de ser capaces de situar a la otrora vulgarizada Jumilla en el mapa internacional de los vinos que superan los 100 euros.
¡Salud!
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