Después de la cata de la UEC de la semana pasada, nos apetecía volver a catar un pinot noir de Borgoña, por aquello de confirmar impresiones o de contradecirlas. Así que, rebuscamos en la vinoteca a ver qué teníamos y... mira por dónde, en un rinconcito estaba esperándonos esta bonita botella, de la bodega Domaine Fourrier, cerrada con lacre al más puro estilo clásico, que, por otra parte, es un engorro de quitar por lo difícil y por lo que se mancha de trocitos de lacre la mesa, las copas, el suelo...
En la copa ofrece la misma capa media-baja, cereza, que ya habíamos visto en sus hermanos la semana pasada.
La primera impresión olfativa trae recuerdos animales (establo) y minerales (champiñón). En cuanto se agita la copa unos instantes, comienza a percibirse con más claridad un fondo de frutas rojas (frambuesa). Según pasa el tiempo y se sigue oxigenando el vino, aparecen notas especiadas (pimienta) y de sidra de lagar.
En boca se aprecia una acidez alevada, taninos muy suaves, un paso ligero y un cierto amargor final. Percibimos algo de mineralidad salina. La acidez le aporta persistencia en el paladar.
Está muy rico. Es un vino fresco que no cansa y que, por su ligereza y su no elevado grado alcohólico, te permite acabar la botella en buenas condiciones en un buen rato de conversación. ¡Ah! pero, eso sí, el caprichito sale por unos 40€. Estos franceses...
¡Salud!
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