Vale, confesamos que, a veces, nos dejamos llevar por criterios no demasiado profesionales a la hora de elegir un vino. Es el caso de este que presentamos hoy en Vinoencasa. De vacaciones en Sevilla durante este puente de San José nos hallábamos en un céntrico restaurante en el momento, siempre interesante e indeciso, de elegir un vino de entre el puñado de marcas que había en la carta y nos saltó a la vista este nombre: Tetas de la Sacristana. Si hubiéramos sido unos sesudos geógrafos, expertos en toponimia y en las regiones vinícolas españolas, es posible que la palabra "tetas" la hubiésemos asociado a "cerros, montículos, oteros". Es decir, que la marca del vino la podríamos haber traducido mentalmente en algo parecido a "Los cerros del paraje de la Sacristana". Para no ir mucho más lejos, en Madrid, en el barrio de Puente de Vallecas, hay un parque formado por dos redondas colinas que recibe el popular nombre de "Parque de las Tetas", desde el que, por cierto, se ve la mejor panorámica de la ciudad. Pero no, resulta que al leer en el dichoso título la palabra "tetas", nos salió a relucir el eterno adolescente que llevamos dentro - algunos aún de forma muy, muy superficial, a pesar de los años - y se nos escaparon unas risitas nerviosas. Y es por eso que terminamos pidiendo este vino para cenar. Bueno, por eso y porque no habíamos incluido todavía en el blog ningún representante de esta denominación de Laujar-Alpujarra, que ocupa los términos municipales de Alcolea, Fondón y Laujar de Andarax en la Alpujarra oriental, en la provincia de Almería.
De capa media-alta y ribete rubí, en nariz domina una fruta roja madura (fresón) junto con aromas herbáceos (pimiento asado, orujo de aceituna) y especias (pimienta). También ofrece mineralidad (polvo) y tostados (torrefacto), pero no muy marcados. Las tres uvas que forman parte de este vino han tenido crianzas distintas: 12 meses para la tempranillo y 5 para la merlot y la cabernet. Está bien porque la madera aparece de forma muy discreta.
La entrada en boca es suave. La nota gustativa principal es el dulzor de la fruta en sazón y una equilibrada acidez. Los taninos están muy pulidos. Resulta algo corto. En el retrogusto hay algún recuerdo vegetal (pimiento).
La sensación final es buena. Es un vino sin complejidades, agradable y fácil de beber. Lo consumimos en el restaurante Antigüedades de Sevilla, en pleno casco antiguo, a dos pasos de la catedral. Su precio en la carta fue de 18€, pero en la web de la bodega lo hemos visto a algo más de 9. No está mal un 100% de margen de beneficio para el restaurante. ¡Y luego se quejan de que en España cada vez se bebe menos vino!
¡Salud!
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