En boca entra con una increíble acidez en un vino de casi doce años. Es muy seco. El paso es untuoso. Aunque no tiene casi color, en el centro de la lengua se percibe aún bastante extracto. Tiene cuerpo. En el retrogusto hay notas de mueble viejo. Y, al final, queda el largo recuerdo de la acidez, el hongo y el fruto seco. Muy en la línea de otros Viña Tondonia que ya hemos probado y que nos han gustado también mucho. Más en el terreno de los blancos que en el de los tintos.
Otro esquema que se nos rompe. Tuvimos conocimiento de este vino al repasar la carta de vinos del restaurante asturiano Casa
Gerardo. Nos llamó mucho la atención que apareciera un rosado gran reserva y le preguntamos al sumiller, Dani González, por él. Nos lo recomendó vivamente, aunque, también, nos avisó de que mucha gente que esperaba beberse un rosado fresquito tradicional lo pedía y luego decía que no le había gustado. Claro, este es un rosado especial; por eso compramos en el restaurante la botella para degustarla en casa. Nos costó unos 17€.
¡Salud!
El reencuentro.
Estamos en 2023. Ha sido un año poco amable. Lo queremos cerrar con un buen sabor de boca. Por puro azar, nos reencontramos con este viejo conocido. Probamos ahora un 2012.
En la copa se muestra con la misma apariencia que describimos acerca del 2000. Presenta unos matices anaranjados, piel de cebolla, que nos hablan de un vino muy evolucionado.
En nariz es limpio, sin ninguna reducción, con una intensidad media. Destaca su complejidad, su despliegue de matices: hojarasca, sotobosque, lo propio de una crianza de once años; pero también advertimos especias dulces del tipo de la vainilla o el coco, y cítricos de corteza de naranja. Además, acompañan notas frutales de orejones y amielados.
En boca nos ratificamos con lo dicho respecto del 2000. La acidez es su principal rasgo estructural, desde el principio hasta el final. Y permanece durante un tiempo larguísimo. Pero hay también una untuosidad, muy meritoria para un vino con solo 12,5% de alcohol, que aporta un equilibrio que lo hace muy elegante.
Desde aquí, un homenaje a Viña Tondonia y a sus vinos que parecen haber firmado un pacto con el tiempo.
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