Es nuestro primer contacto, en casa, con un vino de la Bodega Azul y Garanza, a cuyos propietarios conocimos hace pocos meses en un encuentro con productores ecológicos que organizó Lavinia.
De capa alta y color picota, su ribete muestra escasa evolución. En nariz han aparecido, dominantes, aromas de la crianza (unos diez meses) en roble francés, americano y húngaro: cuero, especias, algo de tostado y café con leche; a las que se suman otras como el regaliz y hasta terrosas y salinas/yodadas (la bodega elabora en los límites del desierto o semidesierto de las Bardenas Reales). A la fruta le cuesta salir un poco, dejando fruta roja madura (cereza en licor) y las notas de pimiento de la cabernet.
En boca estamos ante un vino que deja buenas sensaciones, desde el dulzor inicial, pasando por unos acidez bastante bien equilibrada con el alcohol, y taninos maduros. La carga alcohólica (14%) no pasa desapercibida, aunque contribuye a dar sensación de corpulencia y untuosidad. Queda un buen amargor final y unos aromas en los que la crianza se percibe con nitidez. Este Seis nos recuerda a Burdeos, aunque con ese punto dulce mediterráneo español que le da originalidad.
Su precio, inferior a los 8 € en Lavinia, es otra de sus virtudes. Una muestra más de la calidad y diversidad de los vinos navarros, y un regalo de una bodega que ha optado por hacer vino en consonancia con la naturaleza.
¡Salud!
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