En algunas ocasiones nos hemos referido a algunos vinos franceses o alemanes como elaborados en el límite extremo septentrional del cultivo de la viña. En España, que es como un pequeño continente en lo que se refiere a la variación climática, también tenemos nuestro extremo norte para el viñedo. El vino que hoy presentamos viene de ahí, de Cangas del Narcea, en el sudoeste de Asturias y lleva en su composición dos variedades autóctonas -la albarín tinto y la verdejo tinto- más otra tan norteña como la mencía. Tiene una crianza de 6 meses de roble francés.
En boca es un vino muy fresco, con una excelente acidez, y con un paso ligero pero que no deja indiferente. Junto con la acidez, apreciamos una gran mineralidad (sensación ligeramente salada), unos taninos muy suaves y un deje amargo al final. En el retrogusto vuelven a aparecer los aromas de la fruta roja, con un punto de golosina.
Nos ha gustado bastante por alejarse de los numerosos vinos con fruta muy madura y taninos marcados hacia otros parámetros más atlánticos que, con un poco de imaginación, le llevan a uno a Borgoña. Pero el precio de este viaje es un poco elevado: casi 19 € en la enoteca Barolo, de Madrid.
¡Salud!
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