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sábado, 9 de marzo de 2013

CATA VERTICAL DE MASSURIA

El restaurante
Estuvimos en el restaurante Taberneros (calle Santiago, en el centro histórico de Madrid) para asistir a una cata un tanto especial para nosotros. Conocemos a Josep Mas desde hace varios años, le hemos visitado, hemos catado con él, y hemos aprendido mucho de su sabiduría. En esta ocasión, le tocaba examinarse al maestro, mostrándonos el fruto de su trabajo en la última década.
El protagonista: Josep Mas
Tras formarse en Francia (Montpellier, Burdeos) recorrió durante un año el norte de España (Cataluña, Somontano, Cigales, Rioja, Navarra...) buscando las mejores tierras para cuplir su sueño, algo tan sencillo como hacer un buen vino. Eso implica una serie de parámetros: pocas hectáreas (6,5; las que  puede controlar personalmente), poca producción (20.000 botellas actualmente, la mitad de las cuales se van al extranjero), y el deseo de hacer un vino de guarda (Burdeos siempre en la mente). La búsqueda de tierras septentrionales se relaciona con lo anterior, son las que ofrecen el clima atemperado que necesitan sus vinos, que deben tener la acidez suficiente para que duren muchos años.
Nos recordó Josep Mas su filosofía de trabajo, que es la del vigneron: si quieres vino de calidad debes tener y trabajar tu propio viñedo. Hoy, tras años de búsqueda y compraventa, cuenta con 13 parcelas, de las que se siente orgulloso, porque sabe que son "las buenas".
El Bierzo
¿Por qué en el Bierzo?  Porque el clima tiene esa influencia atlántica moderadora de las temperaturas (con una pluviometría adecuada), tan necesaria en su idea de vino de calidad, porque cuenta con suelos muy variados (los de Josep presentan arcillas y gravas), una tradición milenaria, y una variedad, la mencía, bien adaptada, bien enraizada en esa comarca. A este respecto hizo una referencia a un estudio de la Universidad de Orense sobre su genética; resulta que la mencía desciende de la merenzao gallega, y ésta, a su vez, de la Trousseau del Jura.
 
La mencía
Josep cuenta con viñas viejas, a las que aplica un tratamiento muy delicado; él habló de jardinería. Un ejemplo: poda 150 cepas al día, cuando lo normal en la zona es que se trabajen 800. Realiza actuaciones preventivas, no sistémicas, sin rastro de herbicidas; sólo utiliza tratamientos de cobre y azufre. 
La cata comenzó con un vino al que todavía le resta un añito largo de guarda en botella, tras su paso de 14 meses por barrica, la añada 2010. 
Un año cálido, como varios de los de la  última década, y es que el cambio climático está ahí. ¿Y cómo se combate, le preguntamos a Josep? Siendo muy precisos a la hora de la vendimia; ésto ya nos lo había contado; unas horas de más (o de menos) implican defectos: verdores, sobremaduración. El caso es que el 2010 mostró un bonito color rubí, con capa media (el tema de la capa, nos comentó Josep, no sólo tiene que ver con el mayor o menor tiempo que el mosto está en contacto con las pieles, sino también con el tamaño de la uva, y la relación entre pulpa y piel).
En nariz encontramos una intensidad media, limpieza (aromas nítidos y agradables), la dulzura de la fruta roja en sazón. Las notas de crianza estaban en segundo plano y eran muy sutiles. Creemos que responde a lo que Josep tiene en mente, un vino elegante, más discreto que exhuberante, de matices.
En boca, contando con que todavía no está hecho, encontramos muchas virtudes: equilibrio, porque pese a la calidez de la añada, y del vino, con cuerpo y untuosidad notables, la acidez está ahí, poniendo orden. Dejó muy buen recuerdo, especialmente nos fijamos en la estimulación del centro de la lengua, con notas salinas evidentes; la mineralidad de Massuria.
El 2009,  nacido en otroo seco y caluroso, mostró fruta aún más madura (tirando ya hacia la mora). Su contenido alcohólico, algo mayor se percibe, pero está de nuevo bien integrado y compensado por la acidez, nervio del vino. Otra vez nos quedamos encantados con las sensaciones minerales y el recuerdo largo y agradable que nos dejó.
Massuria 2008 es especial, quizá "el ojillo derecho" de Josep. Y es que la añada fue fresca. Nos pareció un vino esencialmente mineral, austero, directo, quizá de esos que no ganarían concursos, pero muy verdadero. 
En boca se mostró excelente, muy redondo, nos permitió disfrutar de nuevas sensaciones, como el sutil amargor que se nota al final de la lengua (el amargor bueno, que también lo hay malo), y la presencia de la tierra, del terroir, con esa salinidad característica.
El 2007 mostró, lo probamos hace ya bastante tiempo, por dónde pueden ir los vinos de Josep con el paso de tiempo. Se reveló complejo, con notas de arándano, florales, y minerales. En boca aportó un atractivo dulzor inicial a los rasgos ya comentados en los anteriores. Al final de la lengua los taninos se percibían algo más; en un signo de honestidad, Josep nos comentó que "era el inicio del proyecto". Y es que hacer un buen vino no es fácil.
Josep y Xavi, el organizador de la cata
Finalizamos con el 2006, añada muy cálida, con un agosto feroz. El resultado fueron 6.000 botellas y la mayor parte de la cosecha perdida. Fue un vino básicamente criado en depósitos de hormigón (cultura bordelesa), con poca crianza en barrica.
Nos pareció un vino que ya está, que ofrece todo lo que tiene, que quizá no evolucione tan bien (las añadas cálidas no ofrecen muchas garantías de evolución). Notas en nariz de arándano, grafito, regaliz, y una boca amable, con su dulzor inicial (quizá algo falto de un poquito más de acidez, de nervio para completar el conjunto).      
Nos quedamos con una muy buena impresión general. Massuria refleja bien la idea de su creador, un vino de calidad, de terroir, que cambia cada añada porque es el reflejo de las condiciones particulares de cada momento. Y detrás, las manos de Josep y su espíritu perfeccionista. 
¡Salud!    

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