Deberiamos subtitular esta crónica algo así como "De vinos por Praga". En una escapada a esta bella ciudad, y partiendo de la información que nos ofrece Juan Muñoz Ramos, en su libro "Vinos internacionales", nos lanzamos a la búsqueda de caldos checos, que hay que probar de todo. No nos resultó tan difícil como esperábamos, tratándose de un país "cervezófilo"; hay vinotecas (llamadas vinotekas, porque vino se escribe y pronuncia igual que en castellano). Otro asunto fue lo de conseguir un vino que nos llamase la atención.
Intentamos pedir algo diferente, con variedades autóctonas, y, a ser posible, que se saliera de los modelos de elaboración que buscan satisfacer el paladar "internacional". Por desgracia, la respuesta habitual a nuestras inquietudes era: chardonnay, o cabernet sauvignon, o cabernet sauvignon y merlot; cosas de las dificultad de comunicación, suponemos.
Conseguimos probar alguna variedad autóctona, como la pálava; y el último día logramos probar algo que se parecía a lo que buscábamos, y aquí está la experiencia.
Se trata de un vino de vendimia tardía, de una bodega, "Naturvini", que en su momento estuvo en Eslovaquia (cuando ambos países estaban unidos). La variedad neuburger se da bastante en Austria.
De color pajizo, en nariz nos ofreció notas de flores y hierbas, y también un carácter mineral bastante acusado (humo, ceniza).
En boca, la entrada es suave, con un buen equilibrio entre acidez y untuosidad. Tiene un amargor final delicado que contribuye a crear un vino muy agradable de beber.
Lo pagamos, eso sí, a precio de restaurante céntrico: 30€, en "Cerný jelen". Buen restaurante, por cierto; se puede degustar comida checa, pero con elaboraciones muy cuidadas, muy alejadas de lo que ofrecen en los restaurantes para el turismo masivo. Además el servicio es impecable.
Gracias, Zuzana, ésta va por ti.
¡Salud!
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