Iremos presentando sus vinos poco a poco; hoy arrancamos con este blanco, cuya uva procede del madrileño valle del Tajuña. Esto tiene su historia porque, en Gredos, Raúl solo cuenta con la albillo. Y es un relato que nace en el escenario de los mercados de productores impulsados por la anterior alcaldesa de Madrid, que se desarrolla gracias a los contactos entre esos productores, hasta llegar al hallazgo de una malvar muy buena en el entorno de Chinchón...y a elaborar. Y es una historia reciente; apenas se remonta a 2017.
La elaboración de este Malavara incluye contacto del mosto con pieles (unos 10 días, en recipientes abiertos), una vez despalillada la uva. Antes de que acabe la fermentación alcohólica se prensa, y el mosto pasa a tinaja, en la cual se acaba formando velo de flor. Pasados unos 5 meses se embotella. Este 2019 es un vino "de confinamiento"; se embotelló con la pandemia ya en marcha, a comienzos de la primavera.
¿Y a qué huele? En cuanto le das un poquito de tiempo parece que coge confianza y te muestra aromas amielados, de fruta confitada (orejón de albaricoque), un toque floral... ¿Y el velo de flor? ¿Se nota? Pues al final, en el retrogusto, se aprecia sutilmente, creando un buqué especial.
En boca resulta un vino singular (para bien). Se aúnan la acidez, un toque dulce y untuoso, y un ligerísimo amargor, para crear un conjunto peculiar (pelicular). Nos atrevemos a recomendar cuidado con la temperatura de servicio. Si te pasas de frío, en nariz el vino resulta más discreto, y si haces lo contrario, en boca resulta menos atractivo. Así que ojo al dato.
Desde luego, para empezar...los vinos de Raúl prometen. Ya hay otro Malavara (distinto) en la rampa de lanzamiento.
¡Salud!
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