¿A quién no le apetece un champagne? Pues eso. Nos hemos encontrado con una botella de Benoit Lahaye y procedemos a darnos una alegría.
Y alegres nos sentimos desde el descorche (por cierto, el degüelle es de hace un mes, genial). ¡Qué finura! ¡Qué delicadeza! Vamos descubriendo la sutileza aromática: hay un fondo frutal (peras, manzana -asada-, toques de fresa y melocotón), adornado con notas de pastelería (brioche, panettone, roscón) y anisadas. Y luego te llega un fondo mineral, como una tonalidad que está armonizando el conjunto. Estamos en las montañas de Reims.
Lo probamos.La burbuja es finísima y está muy bien integrada. La acidez es excelente. Domina sin resultar invasiva. La persistencia aromática en boca es muy notable. El vino invade completamente la cavidad bucal y se expande por vía retronasal (perdón por los detalles anatómicos; intentamos describir todas las sensaciones).
El recuerdo es larguísimo, con la acidez refrescando el paladar permanentemente, y con todas las buenas sensaciones concentradas.
Poco más que añadir. ¡Qué bueno está un champagne bueno!
¡Salud!
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