Nos vamos hoy al Empordá, esa comarca de Gerona que mira al Mediterráneo y que es recorrida, a veces azotada, por la tramuntana. Probamos un vino dulce elaborado por la bodega Espelt. Nos alegra probar de vez en cuando vinos como éste, ya que parecen haber quedado arrinconados en el arcén de la autopista de la modernidad. Las grandes compañías, apoyadas en la publicidad, juegan fuerte la baza de los alcoholes industrializados con los que hacer todo tipo de combinados (y que les reportan buenos dividendos). Así, estos vinos tradicionales van quedando para aficionados que los valoran.
Es difícil definir su color, está entre el naranja y el marrón, con matices verdosos.
En nariz aporta notas "ajerezadas", es decir, hay recuerdos de madera vieja, de hoja seca, de fruto seco (avellana, nuez), pero también encontramos notas de cáscara de naranja, especias dulces (vainilla), y fruta en licor.
Es difícil definir su color, está entre el naranja y el marrón, con matices verdosos.
En nariz aporta notas "ajerezadas", es decir, hay recuerdos de madera vieja, de hoja seca, de fruto seco (avellana, nuez), pero también encontramos notas de cáscara de naranja, especias dulces (vainilla), y fruta en licor.
En boca estamos ante un vino dulce; sin embargo no resulta empalagoso, tiene buena acidez que compensa su grado alcohólico. Por vía retronasal llegan las notas de fruto seco y ebanistería, también licorosas, que dejan un recuerdo agradable.
Un ejemplo más de la rica tradición vinícola que hay en España (y en otros países). Como ya hemos escrito en otras ocasiones, defendemos esta diversidad, esta riqueza, porque forma parte de nuestro patrimonio sensorial.
Un ejemplo más de la rica tradición vinícola que hay en España (y en otros países). Como ya hemos escrito en otras ocasiones, defendemos esta diversidad, esta riqueza, porque forma parte de nuestro patrimonio sensorial.
Nos costó poco más de 13€ en Vila Viniteca, Barcelona.
¡Salud!
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