La visitamos porque esta bodega inició hace algo más de una década un proyecto único en este tipo de vinos, ya que elaboran en ecológico buena parte de su producción bajo el nombre Piedra Luenga (vinos que ya conocemos y tenemos registrados en nuestro blog). Es la única dentro del mundo de los generosos que hace esto.
¿Por qué? Fue gracias a la estancia de Francisco
Robles, el actual gerente (y tercera generación de la familia como bodegueros),
en Alemania. Allí, donde la preocupación
por la alimentación ecológica tiene más tradición, se dio cuenta de que los
métodos de cultivo respetuosos con el medio ambiente eran similares a lo que
ellos venían practicando.
La bodega inició su andadura
en 1927. Producen una línea de vinos de agricultura convencional (como el fino
Patachula) a partir de uvas que compran a agricultores de confianza, a los que
controlan la calidad de la fruta. La línea
ecológica, los Piedra Luenga, surge de varias prácticas interesantes, incluyendo
proyectos de investigación en
colaboración con varias universidades. Nos cuenta Rocío Márquez, directora técnico, con quien estuvimos
visitando viñas y bodega, que usan solo cobre y azufre para tratar las cepas.
Caminando por un viñedo cercano a las instalaciones, pudimos ver cosas que nos resultaban familiares, como la presencia de abundante vegetación entre las cepas, para hacer una cama aislante y protectora de las vides y el suelo, al tiempo que ejercen su labor de ecosistema para una microfauna que, mediante la interacción de sus individuos, hace innecesaria la utilización de productos fitosanitarios químicos, además de servir de abono natural cuando se corta. Se desechan las uvas de las cepas que limitan con otros viñedos de gente que no practica esta agricultura, para evitar contaminación.
Caminando por un viñedo cercano a las instalaciones, pudimos ver cosas que nos resultaban familiares, como la presencia de abundante vegetación entre las cepas, para hacer una cama aislante y protectora de las vides y el suelo, al tiempo que ejercen su labor de ecosistema para una microfauna que, mediante la interacción de sus individuos, hace innecesaria la utilización de productos fitosanitarios químicos, además de servir de abono natural cuando se corta. Se desechan las uvas de las cepas que limitan con otros viñedos de gente que no practica esta agricultura, para evitar contaminación.
La beneficiada de estos
cuidados es la Pedro
Ximénez, una uva extraordinaria (otra más), que permite
elaborar desde los secos finos hasta los maravillosos dulces. En Montilla tiene
a su favor que alcanza un grado alcohólico tal que a veces hace innecesario el
encabezamiento (adición de alcohol vínico, como en el caso de los vinos de
Jerez, a partir de la uva palomino). La Pedro Ximénez tiene
una piel muy fina y su pulpa alberga una cantidad enorme de azúcares; además es
capaz de fermentar hasta alcanzar los 15 grados de alcohol que, como ya hemos dicho, hacen
innecesario el encabezamiento.
A punto de brotar |
Le preguntamos a Rocío cómo
se consiguen las uvas para el dulce PX. Hay que partir de la selección de uvas,
que se encuentra en determinados viñedos, por ejemplo hondonadas donde la fruta se va a ir arrugando lentamente dado que el calor estival provoca una
pérdida de líquido en la baya. Esas uvas se pondrán después a secar en el suelo
durante unos días en unas plataformas,
hasta que se prensan. Son necesarios 3,5 kilos para una
botella de PX.
La bodega está a caballo
entre la tradición, representada por su nave de soleras y criaderas, y la
modernidad que se aprecia en las ideas
que surgen de personas como Francisco Robles. Siempre que hemos hablado con él
nos ha contado algún proyecto interesante, como el amadrinamiento de cepas (a
través de facebook se puede pedir que una de sus cepas sea tu madrina, y
llevará tu nombre).
O el que nos cuenta hoy Rocío, denominado "Cómete el vino", y que consta de un conjunto de productos sólidos derivados de la uva: gelatinas, mermeladas, reducciones de vino y vinagres. Tambien nos cuenta algo que ya conocíamos de otros bodegueros inquietos, un proyecto de “La botella del vino”, botella bonita, decorada, para rellenar a partir del sistema bag in box. Este sistema, que no parece gozar de buena imagen por España, nos parece interesante en algunas circunstancias.
O el que nos cuenta hoy Rocío, denominado "Cómete el vino", y que consta de un conjunto de productos sólidos derivados de la uva: gelatinas, mermeladas, reducciones de vino y vinagres. Tambien nos cuenta algo que ya conocíamos de otros bodegueros inquietos, un proyecto de “La botella del vino”, botella bonita, decorada, para rellenar a partir del sistema bag in box. Este sistema, que no parece gozar de buena imagen por España, nos parece interesante en algunas circunstancias.
Finalizamos la visita
probando de nuevo los vinos Piedra Luenga (el nombre procede de una roca muy
llamativa que está enclavada en uno de sus viñedos). Se beben con mucho placer.
Tienen a su favor, otra de las claves del proyecto, que han buscado vinos más
frescos, menos pesados, donde permanecen rasgos de aromas varietales, frente a
los generosos más tradicionales donde el peso de la crianza se aprecia más (y
también están muy buenos). Por ejemplo, en el PX, no hay contacto con la
madera; el mosto fermenta, se le encabeza un poquito (ese grado que le falta
para llegar a ser generoso) y va al depósito de acero inoxidable, y de ahí a la
botella. El resultado es un vino delicioso, con notas de naranja (propios de la
variedad, cuando se produce la fermentación), miel y, por supuesto, pasa.
La mañana concluyó con un regalo;
pudimos probar el PX de la solera de 1927, un vino único que nace a partir de
un tercio de la solera de ese año, un vino ya muy espeso, nos contó Rocío,
completado con la solera de 1970. Aquí nos encontramos con los aromas, también
reconocibles, de esos vinos eternos, con notas de caramelo y de jarabe dulce.
Nos falta por catar el último
retoño de la familia Piedra Luenga, que después de alumbrar dos blancos
estupendos (por buenos y distintos) se han lanzado a por un tinto para
completar la gama.
Agradecemos la amabilidad de
Rocío, y de Francisco, que lo hizo posible.
¡Salud!
¡Salud!
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