Sedella es el nombre
de un pueblo malagueño, y también el de una pequeña bodega, la de
Lauren Rosillo Marhuenda. Le conocimos hace un par de años gracias a unas presentaciones organizadas por Lavinia. El caso es que el vino nos
llamó la atención, así como lo que entonces nos contó sobre el
proyecto. Nos dio su tarjeta y, aprovechando una escapada al sur, no
dudamos en utilizarla; la amabilidad de Lauren hizo posible la visita
a un paraje singular. Estamos en la Axarquía malagueña.
Mientras esperamos a
que nos recoja en el pueblo de Canillas de Aceituno, nos dedicamos a
contemplar el paisaje, bastante humanizado si miramos hacia la llanura litoral,
pero en el que se aprecia el color oscuro del suelo pizarroso contrastando con la blancura calcárea de las crestas que se asoman en
lo alto de la Sierra de Tejeda (que forma una poderosa alineación,
en el corazón del sistema Penibético, junto a las de Almijara y
Alhama).
Mirando hacia el norte encontramos el pico Maroma, que
supera los 2.000 metros; su cima podría pasar por una montaña de
los Alpes. La sensación de altura se potencia si miramos hacia el
sur; el Mediterráneo brilla a menos de 10 kilómetros.
Observamos chumberas, muchos olivos, almendros, algunas cepas y
secaderos de uva-pasa; no en vano estamos ante una comarca con mucha
tradición en los vinos dulces.
¿Cómo empezó todo?
Por lo que nos cuenta Lauren debió ser más o menos un flechazo. En
el año 2006, de viaje con la que hoy es su esposa (y madre de su
pequeñín), por pueblos blancos como Frigiliana, le pusieron sobre
la pista de que por allí había “algo”, una variedad tinta
interesante.
El primer paso fue comprar unos pocos cientos de kilos
para llevárselos a su tierra y vinificarlos, después pudo comprar la finca Las Viñuelas, apenas un par de hectáreas.
La historia cobra más
sentido si advertimos que Lauren es enólogo, y no cualquiera.
Procede de una familia de Villarobledo. En ese mar de viñas que es
La Mancha, eran comunes las pequeñas bodegas familiares vendedoras
de vino a granel.
Esa fue su cuna; después estudió para ingeniero agrónomo. Trabajó primero en Manuel Manzaneque (el del pago Finca
Elez). En 2001 comenzó el proyecto de Finca Antigua, de la mano de la familia Martínez Bujanda; 5 años después asumió el cargo de Director
Técnico del grupo, por lo que le toca asumir el control de varios
proyectos: Monte Pedroso, en Rueda, viña bujanda, en rioja, Finca
Valpiedra, en Ribera del Duero, Finca Antigua, entre Cuenca y Toledo,
más Cosecheros y Criadores, en Alava. A esto hay que sumar su
participación en el famoso txakolí que lleva el rostro de Karlos
Arguiñano: K5. Todo este trabajo ha convertido a Lauren en un EMV, enólogo manchego volante.
Ahora que todavía no tiene los 40
puede con el trajín (sin ir más lejos hoy ha venido desde La
Mancha, ha estado con nosotros en Sedella y se ha vuelto: 800
kilómetros de nada). Pero es consciente de que este ritmo no puede
eternizarse, y ahí está Sedella, su proyecto personal, su lugar, el
sitio donde podrá sentarse a ver el tiempo pasar más despacio.
Estamos en la finca
Las Viñuelas, donde Lauren se encontró con unas cepas de 75 años,
que no estaban ni siquiera registradas, y que aparecen, como eran lo
normal, mezcladas: garnacha, tinto Jaén, moscatel, y romé. Aquí no
hay, espacio para la maquinaria, cada cepa se plantó donde dejaba
el terreno, por eso se usa la mula, no por romanticismo ni por modas
sobrevenidas.
Tuvo que trabajar durante unos años (podas, labrado)
para ir preparando la tierra, y vinificó por vez primera en 2008. La
cosecha de 2011 se perdió entera, hubo ataque de mildiu y Lauren
prefirió no recurrir a la química para solucionarlo, máxime cuando
está tratando de que la tierra olvide sus años pasados de
tratamiento con herbicidas. Las prácticas ecológicas se completan
con usos sencillos; se guía para la vendimia por la maduración de la
romé, variedad tardía, se recoge la uva en un fin de semana con
ayuda de unos paisanos, y todo lo que se recoge entra junto a fermentar
en los depósitos de acero, así que en el
coupage va un pequeño porcentaje de la blanca moscatel
-incluso con uvas ya bastante deshidratadas-. Ésto es un vino de
finca.
El lugar registra
una dosis suficiente de lluvia anual, unos 600mm, y cuenta con
factores positivos, como la altitud, unos 800 metros sobre el cercano mar. Además el viento, la brisas
costeras, soplan continuamente. El resultado es una oscilación térmica
diaria óptima para los vinos de calidad.
La bodega se está
terminando, tiene lo básico: paredes blancas, tejado,
puertas, ventanas, unos árboles recién plantados, y lo mejor:
maravillosas vistas a uno y otro lado, y, por supuesto, vino, la
añada 2012, la primera elaborada “en casa”.
Para producir 4.000
botellas no se precisa de muchos artefactos: tres depósitos y una
pequeña despalilladora. Prevé llegar más o menos al doble en el
futuro. Y el parque de barricas, cabe en un dormitorio, son seis.
Lauren tiene un par de huevos; como dicho así suena feo, aclaramos
que son depósitos troncocónicos, uno de cemento y otro de madera.
Una vez producida la fermentación, el vino se reparte entre éstos y
las barricas. Al final se mezcla todo y se embotellará alrededor de
un año y medio después. Las barricas no son nuevas; la experiencia
le ha aconsejado, seguir esta vía.
Pudimos probar un par de muestras,
una cata minimalista pero suficiente para apreciar que todo está
bien, que el vino apunta a ligero, delicado (la romé es una variedad
que cede poco tanino). Nos sorprende que la madera no tiene
protagonismo, ni en nariz, ni en boca.
Nos queda probar una
botella, ya tenemos la añada 2009.
Esperamos visitar a Lauren en alguna de sus otros proyectos y, como no, repetir en Sedella. Nos cuenta que hemos sido los primeros, cosa que le agradecemos, así como su amabilidad y su generosidad.
¡Salud!
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