El resultado es este vino de color oro del que se han elaborado unas 1.000 botellas. En nariz, como en el caso del rosado que probamos la última vez, estamos ante algo distinto. Hay notas
campestres, de hierbas y flores; pero también fruta de hueso como melocotón maduro o albaricoque seco. Además, aparecen notas de humedad, como de corteza de queso blanco, y recuerdos de manzana asada.
En boca nos encontramos con un vino untuoso, glicérico, gracias a su 14% de alcohol. Le viene bien que esté fresco para tomarlo. Cuenta con buena acidez y un punto amargo, de hollejo, interesante. Queda una buena sensación frutal.
Un vino que tampoco es
fácil, que no es de "manual". Probablemente, con su aire rústico,
no
pasaría el corte en un concurso de cata. El caso es que ahí está, para
quien tenga la curiosidad, para amantes de lo imperfecto...; y para los
lugareños, que son los que lo consumen en los bares de la zona.
Nos costó menos de 5 € en la bodega.
¡Salud!
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