Descubrimos hace algunos años los vinos de las Islas Canarias, y nos lamentamos de que en la península sea muy difícil adquirirlos. Por sus características geográficas, estas islas tienen todos los factores favorables para alumbrar vinos singulares.
Hoy nos vamos hasta la isla de La Palma, reserva de la Biosfera. Allí, la bodega Juan Matías Torres elabora pequeñas producciones de vinos como este monovarietal de albillo (3.133 botellas), uva que, hasta ahora, teníamos asociada a tierras mesetarias peninsulares. Y lo hace respetando al máximo (fermentación natural, levaduras autóctonas...) las características de su peculiar terruño; este vino de color dorado nace de una albillo criada en suelos volcánicos, a más de 1.000 metros de altitud, y refrescada por los vientos atlánticos.
Ofrece en nariz, con discreción, notas tropicales (piña), herbáceas, frescas (de cítricos), y minerales.
Su delicadeza nasal rompe en grande al probarlo. Tiene una boca estupenda, fresca, gracias a una acidez excelente, que llega hasta el final del paladar sin molestar; pero también se aprecia una untuosidad que aporta cierto cuerpo. Además hay notas salinas y de ligero amargor. Todo ello parece fundirse hacia el final de la lengua, ayudando a que el recuerdo sea muy grato.
Ya lo habíamos probado en la presentación que Vinoteca Tierra hizo de sus vinos hace unos meses, y nos llamó la atención, por distinto y por bueno. No nos ha defraudado. Nos costó 17 € en Vinoteca Tierra, de Madrid.
¡Salud!
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