Javier Gila |
Javier Gila comenzó repasando algunos datos sobre la producción de vino en este minicontinente insular, en el que se elaboran vinos desde hace un par de siglos. Es el sexto productor mundial y más de la mitad de su producción va al extranjero. Pudimos leer en el informe que nos ofreció la UEC, que el gobierno y los empresarios unieron esfuerzos hace algunos años para crear un plan -"Estrategia 2025"- destinado, en primer lugar, a aumentar la produción; en segundo lugar, a mejorar la calidad (fase que acabaría en 2015), y, finalmente, se buscaría el liderazgo en determinados nichos del mercado mundial.
También pudimos leer que en Australia no hay un sistema de denominaciones a la europea, lo que se traduce en una enorme libertad para las bodegas a la hora de utilizar modernas tecnologías, tanto en el viñedo como en las instalaciones. Desde esta perspectiva, la ecuación parece sencilla: tecnología al servicio de una elevada producción para crear vinos de diseño (con los avances de la enología), a precios capaces de competir en todo el mundo.
En cuanto a la cata, basada en la variedad shiraz (aunque hay que advertir que la reglamentación australiana permite hasta un 15% de otras variedades en estos "monovarietales"), probamos siete vinos que Javier Gila presentó siguiendo un criterio de añadas, empezando por las más recientes.
WOLF BLASS GOLD LABEL 2010
Un vino que mostró su juventud en el vivo color picota con que se viste. En nariz notamos el alcohol, pese a que la botella salió fresca del refrigerador. También apreciamos algo de fruta acompotada. En un segundo repaso aparecieron notas acarameladas. Pronto desaparecieron los aromas y, simplemente, se murió. En boca nos sorprendió la desagradable acidez, elevadísima, y en absoluto integrada. Javier Gila sugirió la idea de que el vino podía estar corregido, vamos, que suponemos que en el laboratorio le habrían añadido algún componente industrial para reforzar este aspecto.
GLAETZER BISHOP 2010
Este vino dejó en nariz algo de fruta madura y notas de cacao. En la segunda vuelta apreciamos notas como de bizcocho, y nada más. También se nos vino abajo muy pronto.
En boca volvimos a notar una acidez que nos dio muy mala espina, a lo que se sumó una tanicidad procedente de la madera muy poco agradable. Y encima estábamos con un vino que superaba los 15 grados de alcohol, y cada cosa iba por su lado. Por entonces ya pudimos escuchar voces que hablaban de chips o virutas de roble añadidas al vino (más baratas, por supuesto, que una barrica, al igual que los tapones de rosca o de cristal, bastante más económicos que el corcho natural, tan comunes en los vinos australianos).
THE LUCKY COUNTRY SHIRAZ 2009
Cambiamos de añada con este vino de unos 12€ (los anteriores rondan o superan los 20) que, en nariz, nos dio aromas más vegetales que frutales (aceituna, pimiento). Empezamos a hablar de la probable inclusión de la cabernet sauvignon en la mezcla. En boca mostró notas de verdor, aunque pareció algo mejor que los dos anteriores.
GRANT BURGE MIAMBA SHIRAZ 2009
Seguimos identificando notas vegetales; un asistente habló de piel de naranja. Cuando un tiempo después lo volvimos a olfatear, encontramos mucho algodón de azúcar. Solo nos faltaba el tiovivo. También se nos fue pronto. En boca mantuvo la línea de desequilibrio de los anteriores.
ELDERTON ESTATE SHIRAZ 2008
Descendimos de añada temiéndonos que también lo haríamos en calidad. Ya estábamos pensando en utilizar palabras como "brebaje" y hasta "caldo infecto". Con este vino apareció algo la madera (notas mentoladas), algo de tierra húmeda o champiñón, pero sin rastro de la fruta. En boca más de lo mismo: acidez en punta junto a tanicidad molesta. Casi lo más interesante era estar atento a los comentarios del respetable. Así pudimos escuchar cosas como "los vinos españoles les dan mil vueltas" o que "estos vinos se basan en un concepto de ropa de Zara", para referirse a que están pensados para su consumo inmediato, con muy escasa capacidad de guarda.
SCHILD BAROSSA SHIRAZ 2007
En nariz, pese a que estábamos en una cata de shiraz, las notas de pimiento de la cabernet sobresalieron. En boca poco más que decir: mucho amargor y notas de vegetal verde. Alguien dijo que era un vino cáustico.
EIGHT SONGS SHIRAZ 2006
En la línea de los anteriores, la fruta se debía haber quedado en las antípodas. El alcohol se notaba, pese al frescor de la botella. Pudimos apreciar algo de aceituna negra (nota de la shiraz más mediterránea -la hemos detectado varias veces en vinos de la España levantina-) y alguna nota balsámica.
En boca fue de lo más pasable, aunque, como en el resto, se echaba en falta más peso de fruta que equilibrase un poco el conjunto. Pudimos escuchar algo sobre el maquillaje en bodega.
Queremos pensar que no
todos los vinos australianos son así. Desde luego, éstos que probamos nos
suenan a vinos mentirosos. Son vinos porque nacen de la fermentación de la
uva, pero no nos han dado nada, salvo sospechas de prácticas
vitivinícolas más que cuestionables. Y además estamos ante vinos de
precio ya respetable, que no nos han ofrecido ninguna sensación
placentera.
Alguien propuso abrir una botella de champán para quitarnos el mal gusto...; no hubiera estado mal.
¡Salud!
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