Estuvimos con Bernardo Estévez en el
concello de Arnoia, en Ribeiro. Nos lo recomendó Miguel, gran
conocedor de este mundo, y mejor persona, de la taberna "A Curva" de
Portonovo (Pontevedra). Le pedimos consejo para seguir conociendo a los buenos elaboradores gallegos, los que se salen de todos los prejuicios y tópicos vinculados a estos vinos, y nos habló de Bernardo, que está elaborando un vino muy
interesante, de nombre Issué (según Bernardo, es como los gallegos de la zona de Vigo dicen lo que en castellano es "eso es" - la doble ese es para darle un punto exótico a la marca), con un
modelo de viticultura muy respetuosa con la naturaleza.
Por ahí empezamos nuestra
conversación, mientras paseábamos por algunos de sus viñedos. Bernardo
nos dio a conocer el concepto de permacultura, y las ideas del
japonés Masanobu Fukuoka.
Como era la primera vez que oíamos hablar de esto, le pedimos aclaraciones. Partimos de algo que nos suena más, como la biodinámica. Él nos explicó que la biodinámica se diferencia por su capacidad para intervenir ante los problemas de las plantas; por ejemplo, el preparado 501 es un acelerador vascular porque tiene mucho silicio, cuya estructura cristalina es muy útil en países de una insolación a veces escasa, como norte o centro de Europa. La permacultura utiliza a la naturaleza como principal aliado del agricultor, dejando que sea ésta la que actúe para reducir al mínimo la intervención del ser humano; supone un estudio profundo de los ritmos naturales para jugar con todas las posibilidades que ofrece con el fin de mantener el cultivo, en este caso el viñedo, en óptimas condiciones.
Como era la primera vez que oíamos hablar de esto, le pedimos aclaraciones. Partimos de algo que nos suena más, como la biodinámica. Él nos explicó que la biodinámica se diferencia por su capacidad para intervenir ante los problemas de las plantas; por ejemplo, el preparado 501 es un acelerador vascular porque tiene mucho silicio, cuya estructura cristalina es muy útil en países de una insolación a veces escasa, como norte o centro de Europa. La permacultura utiliza a la naturaleza como principal aliado del agricultor, dejando que sea ésta la que actúe para reducir al mínimo la intervención del ser humano; supone un estudio profundo de los ritmos naturales para jugar con todas las posibilidades que ofrece con el fin de mantener el cultivo, en este caso el viñedo, en óptimas condiciones.
Pudimos comprobar de nuevo la
atomización parcelaria de esta comarca y el durísimo trabajo de
siglos creando terrazas en estas colinas que miran al río Arnoia o
al Miño. Fueron estos gallegos duros los que crearían después
muchas de las famosas terrazas del portugués Duero. Muchas han
quedado reducidas a ruinas y absorbidas por el monte. Es el efecto
de la despoblación
Bernardo está tratando de recuperar
variedades locales, silveiriña, tinta amarela (la touriga nacional portuguesa)
ferrol, carabuñeira, pedral, castañal (estas dos ya en los límites
con la comarca del Condado, en Rías Baixas). Nos enseñó también
su método de cultivo: sistema de poda guyot que busca crear con la
conducción de la planta una especie de vaso en altura. Y es que
aquí, aunque no lo parezca, el sol es duro y no llueve tanto como se
pudiera pensar tratándose de Galicia.
A diferencia de otros viticultores,
hace el coupage en la propia tierra; las distintas variedades están
mezcladas y acaban fermentando juntas en el depósito. Nos enseñó algunas
de las prácticas, que podríamos calificar de homeopáticas, para
cuando debe intervenir (hay que hacerlo con la planta hasta que esta
ya vive en un suelo regenerado y autosuficiente, sano). Se basa en la utilización
de la naturaleza:
infusiones de plantas, plantación de
avena, que mejora la estructura al incorporar carbono, o veza para
nitrogenar (se incorpora al suelo cuando muere), las hierbas, con sus
raicillas, crean los canales de oxigenación, que una vez muertas
permiten la activación microbiana que descompondrá la materia
orgánica y acabarán sus elementos por incorporarse al suelo.
También la hierba protege al suelo
del problema de la desertificación, importante para las viñas
jóvenes. A esto se suman otras prácticas, como reinjertar viñas autóctonas, que son las que le interesan, sobre pies viejos de alicante o jerez; su trabajo diario, solitario y manual en sus 2,5
hectáreas; no cortar las guías de la planta, sus puntas,
para evitar desórdenes hormonales.
No es la suya una historia fácil. Hasta hace pocos años era
mecánico en Vigo y su contacto con el vino,
como en tantos otros casos, viene de familia: sus padres, su tío José,
que tiene una bodega, y sus abuelos. No estudió enología. Cuando
decidió jugársela de verdad, contactó con cultivadores
portugueses, especialmente André Enriques, que le introdujeron en
estas prácticas naturales, y actualmente hay que citar en la comarca
la figura de Xosé Luis Sebio, del que escribiremos en la próxima
entrada. Hasta ahora ha podido mantener su sueño porque no paga
hipoteca y apenas gasta en alimentación; pero lo tiene difícil en
este momento, en un contexto de crisis, de reducción del consumo de
vino en España, de desconocimiento general avanzado en el mundo del
vino.
En su pequeña bodega no encontramos
despliegue tecnológico, salvo unos pocos depósitos de acero
inoxidable. Tiene que ayudarse de amigos como Sebio al que, en bonita
simbiosis, puede dejar sus preparados.Allí pudimos probar su vino, el
Issué. Comenzamos por el 2011, que está en depósito tras su
permanencia en barricas. La base del vino se compone de las uvas lado
y treixadura y se acompañan de silveiriña, loureira, godello y
albilla.
Nos olió muy bien, con complejidad floral, frutal y
balsámica. La madera estaba muy bien integrada. En boca también,
aportando sensación de redondez a un conjunto que apunta a muy
placentero. Los 14 grados de alcohol (sí, 14% en Ribeiro, esa
tierra que se conoce -se desconoce más bien- por vinos fresquitos y
sencillos) estaban muy bien compensados.
Después abrió una botella de 2009 que
nos dió la bienvenida con notas muy claras de mantequilla y
bollería. En boca hubo de nuevo complejidd, untuosidad y elegancia;
blanco con cuerpo sólido de tinto pero amable al tiempo.
Rematamos con su proyecto de tinto, que
está en barrica. Una mezcla de tinta amaela, tinta roriz, mencía,
sousón, brancellao, tinta da zorra y ferrol. Un vino que nace de uva
pisada y con raspón incorporado. En nariz nos encantó volver a
encontrar esos aires de vino gallego que se pueden reconocer en
varios buenos elaboradores, llenos de matices florales, frutales,
balsámicos, tan distintos al monótono panorama olfativo español.
En boca nos encontramos con la aspereza del raspón, su verdor, que
no nos impidió apreciar que tiene buen cuerpo.
Resultó una visita muy agradable,
instructiva y sorprendente por cuanto nos encontramos con un proyecto
de vino muy interesante y arriesgado. La lástima es que el mercado no
favorezca estas aventuras. Quizá haya que esperar, como tantas
otras veces, a que venga un extranjero a valorarle y a llevarse su
pequeña producción de 1.000 botellas.
¡Salud!
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