El maestro |
La comarca |
Nos trasladamos hasta Verín, Ourense, para conocer a José Luis Mateo, de la bodega Quinta da Muradella. Para romper el hielo comenzamos charlando sobre el "Alanda 2006" que habíamos probado en casa, un día antes. Se trata de una añada cálida que no le gusta nada; para él las
peores son las de calor constante. Nos presentó a su gran equipo de colaboradores, el veterano Amador y
Fiti, y pasamos a hablar del cambio climático. Nos dijo que está
ahí y que hay que adaptarse, de la misma forma que a la generación
de su padre le tocó luchar contra las enfermedades de la vid.
Los "pesaos" |
Su padre Alfonso y su abuelo hacían
vino para autoconsumo y si sobraba se vendía a granel.
Reconstruimos su historia y nos habló
del bar de la familia, A Canteira, que hace referencia al oficio del
señor Alfonso. José Luis estudió en Madrid Ciencias de la
Información, Publicidad. Eran tiempos de apreturas económicas, en los que iba
a la bodega Santa Cecilia a comprar una botella de vino que tenía
que durarle una semana. El caso es que no le gustaba el oficio de
publicista y, como a tantos otros que hemos conocido, la llamada de la
tierra pudo más. Suponemos que también influyó bastante el amor de un padre que un día le
llamó para decirle que había encontrado lo que José Luis buscaba,
una parcela donde podría cumplir su sueño, y que tenía que cumplir
su parte del trato, regresar a casa.
La primera finca que reconstruyó fue
para hacer un vino decente para el bar. En los noventa comienza la
primera parte de la bodega, con mucho trabajo del señor Alfonso, y en
el 2000 aparece Raúl Pérez. ¿Cómo? En una despedida de soltero un
amigo que iba al Bierzo a hacerle unos trabajos de construcción en
la bodega le animó a acompañarle. Eran tiempos, antes de estudiar enología, en los que
procuraba aprender de quien pudiera. Con Raúl hubo sintonía personal; le gustó lo que
transmitía, su apertura mental. Como no tenía dinero
acordó con un amigo, que también hacía vino, llevarle a Verín y
pagarle a medias.
En la actualidad trabaja 15 hectáreas
propias y 5 arrendadas, con unas 30 parcelas que vinifica por
separado, y muestra, dentro de su humildad, un punto de orgullo al
decirnos que se ha encargado personalmente de plantar o cuidar sus
80.000 cepas. Cuenta con casi 40.000 kilos de uva, de las
que surgen unas 20.000 botellas etiquetadas. Hay otras 15.000 que van para el vino de la casa, que pudimos probar. Ya nos
hubiera gustado llevarnos algo a granel, porque ahí están unos embriones de Gorvia, uno de sus grandes vinos, que no los embotella como tales si percibe algo que
no le convence. Como ocurre con otros bodegueros de calidad y poco
nombre que hemos conocido, en el extranjero le valoran más y vende
el 80% a países como Japón, EEUU o Países bajos; también se le
ve ilusionado porque su vino
está entrando en el dificilísimo mercado francés .
Esa valoración exterior tiene mucho que ver
con su forma de trabajar, que nosotros identificamos con la expresión
del terroir. Cada uno de sus veintitantos vinos es el reflejo de
una parcela, de un suelo, de una exposición, altitud y orientación
determinadas; por eso cuando le preguntamos qué es un vino de
Monterrei, él no lo sabe. Es una comarca muy grande, con altitudes
ente 300 y 800 metros, con todo tipo de exposiciones y suelos muy
distintos. La combinación, por tanto, es infinita y de ahí no puede
salir un vino que represente a una región. Nos cuenta que en Galicia
hay un enorme potencial y le sale su inconformismo y afán de
superación al decirnos que se corre el riesgo de quedarse en el
punto actual de relativo éxito de los vinos gallegos, ahora que ya
se hacen vinos muy correctos en todas partes.
Viñas viejas |
Nos habla también de que hace falta
tiempo, constancia, estudiar las viñas para entenderlas, y lo hace
pensando muy a largo plazo, contando con que quizá su hijo o hijos (va a ser padre dentro de unos meses) continuarán su labor. Aquí encontramos el componente humano imprescindible al hablar de terroir.
Aunque él no se da importancia, es el transmisor del terruño, el que
se encarga de que la esencia de sus cepas viejas llegue hasta
nosotros con pureza. Eso se consigue con un gran respeto a la
naturaleza, que ha ido afianzando con los años ya que al principio
no fue así. Con sus conocimientos enológicos recien adquiridos
tuvo que empezar tirando de manual y, así, plantó variedades “de
prestigio”, como merlot, cabernet sauvignon, utilizó levaduras
para la fermentación, enzimas, etc. Hoy la situación es bien
distinta pues esas variedades no cuentan para sus vinos buenos, no hay
rastro de levaduras externas añadidas, sus viñas bullen de vida;
solo usa azufre y tratamiento de cobre si la añada lo requiere, y
sus vinos tienen un mínimo de sulfuroso o ninguno. Comentamos el
peso de la industria química o
Vida en el viñedo |
fitosanitaria en este mundo y nos
dice que el uso de estos productos hace que el ciclo vegetativo de
la planta siempre esté activo, que no tengan esa pausa regeneradora
necesaria, esa muerte temporal invernal, y a los pocos años esas
plantas están agotadas. No obstante, hace una lectura positiva de las
cosas: los herbicidas permitieron que hayan llegado viñedos muy
viejos que podrían hoy haber sido absorbidos por el monte.
En las viñas hay mucho trabajo manual,
que en el caso de las jóvenes hace necesario que sean “tuteladas”,
sobre todo en variedades muy productivas como la mencía o la dona
branca; las veteranas se saben cuidar solas. Una forma de domesticar esas plantas es la utilización de altas densidades de cultivo,
para que las cepas compitan entre ellas y se autorregulen, sin
necesidad de intervención humana.
A la hora de elaborar, no busca los
vinos técnicamente perfectos, sino que expresen algo; y no saca
vino al mercado, aunque le presionen los distribuidores, si cree que
no están como a él le gustan. Usa el raspón, importante en añadas
cálidas, elabora blancos como si fueran tintos, con sus hollejos, y
en cuanto al uso de la madera se muestra muy prudente, incluso apreciamos
que tiene ciertas dudas sobre sus bondades. Guarda sus vinos varios
años antes de sacarlos al mercado. La añada más reciente que se puede
comprar es 2008.
Visitamos varias parcelas, viejas y
jóvenes. Las primeras impresionan por el paraje, aisladas en medio
del monte, a merced de corzos y jabalíes. Pudimos contemplar un
ejemplar de cepa bastardo que ha sido estudiada por su pureza
genética.
Ya en la pequeña bodega pudimos probar algunos de sus interesantes vinos. Empezamos con lo que será el "Alanda 2011", seguimos con un treixadura 2011, y a continuación experimentamos con un dona branca fermentado en fudre en tres fases de su vida: sacado del propio fudre (2011), con un año de botella(2010) y listo para salir al mercado tras dos años embotellado (2009). Empezaron a salir aromas que asociamos a salinidad/ mineralidad.
Seguimos con un dona branca de
terreno granítico descompuesto, con poco sulfuroso en botella, y
después con otro ya sin sulfuroso, de cepas veteranas sobre suelo
pobrísimo, prácticamente roca madre. Mineralidad, salinidad en el
centro de la lengua, vinos sutiles por cuanto no impactan en nariz,
pero muy finos, rectos, que se disfrutan en el trago pausado,
que se pueden beber tranquilamente sin acompañamiento sólido.
En los tintos volvimos a encontrarnos
el aroma de la mencía, con su punto de rusticidad, una de parcela
baja, más intensa y frutal, y otra de parcela a mayor altitud, más floral y
fresca, elegante y compleja.
La cosa iba in crescendo, y para jugar
con nosotros nos dio a probar un tinto a ciegas. Nos impresionó su
nariz perfumada de fruta, bosque, flor, especias (canela). Un
conjunto aromático de los que te atrapan, porque estás oliendo algo
distinto y muy bueno. Boca excelente, también muy delicada, con
solo 11,8% de alcohol; resultó ser una garnacha tintorera. ¡Toma
ya! Para rematar este festival nos sacó otro vino de los que también
te acuerdas mucho tiempo, un albarello 2009 con aromas a vino dulce
natural, también muy perfumado, con recuerdos cítricos, de azahar.
Nos comentó José Luis que esta es “su variedad”.
Le agradecemos infinitamente su
amabilidad y generosidad; no en vano nos habían dicho que es
“la persona más buena del mundo”.
Salud!
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