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domingo, 21 de junio de 2020

MANUEL CANTALAPIEDRA: REIVINDICACIÓN DE RUEDA

Conocemos el trabajo de Manuel Cantalapiedra desde hace unos años y, como nos gusta lo que hace, y hemos podido seguirle durante este tiempo, nos apetece contar cómo son sus vinos... y alguna cosa más.
Enólogo de formación, tiene buenos antecedentes familiares. Su abuelo ya plantó majuelos hace setenta años, y su padre Isaac consolidó un proyecto en el que Manuel ha crecido hasta desarrollar, más o menos en los últimos cinco años, su personalidad vitivinícola.

Nos vamos a La Seca, al corazón de la D.O. Rueda, asociada a la variedad blanca verdejo, bastante presente en los mercados españoles. Hay muchas bodegas y muchos vinos de verdejo. Ahora bien, nos interesa este proyecto que nace en la agricultura ecológica y que, en los vinos que vamos a mencionar aquí, apuesta por una intervención mínima: no se clarifican ni se filtran, y no se añade sulfuroso.
¡Vamos con ellos!
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LIRONDO

Comenzamos con Lirondo 19, lo más reciente. Procedente de un viñedo de casi tres décadas, se trata de un vino “sencillo”, básico,  en cuanto a que está concebido para mostrar una añada, un suelo, unos rendimientos que son la mitad (más o menos) de lo que se estila en la zona, y las características de una uva, a través de una elaboración respetuosa, usando el depósito de acero inoxidable como vehículo para mostrar esas características.

En nariz muestra aromas limpios y de cierta intensidad. A partir de ahí, podemos jugar a disfrutar con una variedad notable de matices que vienen y van. Se trata de un vino vivo, cambiante, que pasa de los toques frutales ( lo tropical, la fruta de hueso), a los vegetales (también variados: a veces hoja fresca, como de higuera, otras veces tirando a anisados...).

El factor suelo es importante en los vinos de Manuel; se aprecian sus características. Estamos ante terrenos de cantos rodados, con mezcla de arena y arcilla, y con caliza en el subsuelo ( no es mala combinación, creemos, para aportar calidad). Lirondo se ha elaborado sin contacto con las pieles, para que el mosto transmita toda esa carga aromática y sápida. Y ese mosto ha estado medio año ( algo más) de contacto con las lías; eso sí, sin removido de las mismas. ¿Por qué? La verdejo es una variedad ya de por sí bastante grasa.

En boca encontramos virtudes. No es fácil lograr el equilibrio entre esa grasa, esa untuosidad propia de los vinos de la Meseta, y de una añada cálida (al menos si tenemos en cuenta el subidón de temperaturas de septiembre, momento crucial), con la acidez.

Nos encantan estos vinos de base cuando son buenos; son una tarjeta de presentación estupenda para la bodega.

LA MAR SALADA

A este vino lo conocemos desde su origen (añoramos la añada 2016 que hemos disfrutado hasta este mismo año –es que no quedan botellas, hablamos de pequeñas producciones-).

Es el resultado de la conjunción de dos tercios de la uva procedente de la parcela de Lirondo, y el otro tercio procede de la del hermano mayor, Mondo, una parcela con un suelo más compacto, más arcilloso (que aporta más contundencia y profundidad al vino).

El adjetivo salada hace referencia a otra de las cualidades que nos aportan los vinos elaborados por Manuel; podemos apreciar la salinidad de ese sustrato calcáreo que actúa de roca madre.

En nariz el vino gana nuevos matices por el ensamblaje y, como lo conocemos bien, sabemos que puede rendir a la perfección durante años. Son vinos, estos que comentamos, que te permiten jugar a dos bandas: el trago fácil y amable, para compartir en charla distendida, con o sin acompañamiento sólido, y también permiten una experiencia más profunda, de mayor quietud, porque estos vinos muestran matices según pasan las horas, y hasta los días.

MONDO

Mondo sería, por cantidad (unas 600 botellas), el vino más exclusivo, aunque quizá debamos extender este adjetivo a los anteriores; por ejemplo, de Lirondo 19 hay algo menos de 9.000 botellas, número que tampoco resulta apabullante.

En el caso de Mondo hemos podido probar en muy poco tiempo dos añadas, la 2017 y la 2018. Este vino de parcela presenta una elaboración distinta. Se elabora en tinas abiertas a partir de uvas despalilladas (la verdejo muestra un carácter vegetal que no hace necesario jugar con el raspón). El mosto está en contacto con las pieles durante un mes. Más tiempo no, porque podría perder el carácter varietal; no es necesario hacer otro “vino naranja”. Por eso mismo, tras la maceración, el vino pasa a madera (bota de 500 litros de roble francés) durante 11 meses para desarrollar una microoxigenación que haga aflorar todo ese mundo aromático que se ha generado en la maceración. De ahí pasa a botella.

La añada 2017 nos mostró la combinación de aromas “frutales” (no queremos ser categóricos; valen registros como el albaricoque, la paraguaya, la piel de naranja…) y vegetales, con los aportados por la madera. En ese juego de aromas, podemos ir desde la frescura vegetal hasta los matices almibarados (jueguen ustedes a descubrir y disfruten).

En boca volvemos a disfrutar de las sensaciones que sus hermanos nos ofrecieron antes: la untuosidad, la salinidad, y la acidez, unida en Mondo a cierta tanicidad aportada por esa maceración con las pieles. Se trata de vinos con cierta concentración (de ahí que permitan una lectura de vinos serios, de carácter). Son vinos que permanecen en boca durante bastante tiempo, que invitan a la salivación sabrosa. Por cierto, aguantan muy bien una vez abiertos y siguen mostrando su potencial pasados algunos días (algo no muy frecuente).

Mondo 2018 tiene matices más cálidos, reflejo de un septiembre agosteño. Y ahí está uno de los aspectos valiosos de Manuel, que busca reflejar algo tan sencillo, y tan complicado, como un año agrícola en una tierra concreta, cuidando una uva que se ha visto alterada muchas veces por visiones productivistas, industriales, perdiendo imagen de calidad.

Pues bien, gracias a personas como Manuel Cantalapiedra, podemos decir que la verdejo es una gran uva, una uva bien adaptada a un clima como es el mediterráneo continental español,  y capaz de ofrecer calidad y sensaciones placenteras.

¡Salud!






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